En nuestra región, las mujeres y niñas soportan una carga desproporcionada de trabajo de cuidados, tanto remunerado como no remunerado. Además, enfrentamos una insuficiencia crónica de inversiones, infraestructura y políticas que reconozcan la importancia de este trabajo. Una de cada cuatro mujeres en América Latina no tiene ingresos propios, casi tres veces más que los hombres. La mitad de las mujeres están fuera del mercado laboral y, de ellas, más de la mitad no trabaja de forma remunerada debido a responsabilidades familiares y de cuidado.
La división sexual del trabajo sigue relegando a las mujeres al ámbito doméstico. Ellas dedican casi el triple de tiempo que los hombres al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado. Mientras las tecnologías avanzan, las demandas de cuidado no disminuyen. Actualmente, más de 95 millones de personas mayores de 60 años viven en la región (14,3% de la población), y se espera que este grupo represente el 25% para 2050. Este envejecimiento rápido incrementa las necesidades de cuidado a largo plazo, sobre todo para personas mayores de 80 años, muchas de ellas sin protección social adecuada.
Es urgente diseñar políticas que aborden estas crecientes necesidades y mejoren las condiciones de quienes brindan cuidados. Estas políticas deben promover la corresponsabilidad entre hombres y mujeres, así como entre los hogares, el Estado, la comunidad y el sector privado. Además, es necesario crear empleos de calidad en la economía del cuidado, impulsando los servicios a largo plazo y reduciendo la carga de trabajo no remunerado en los hogares. Esto no solo dinamizaría la economía, sino que también eliminaría uno de los principales obstáculos para la participación laboral de las mujeres.
Para que la creación de empleos en este sector sea efectiva, es fundamental garantizar el trabajo decente, con condiciones laborales dignas, formalización y protección social. Esto es especialmente relevante para las personas trabajadoras domésticas y para las personas migrantes, quienes suelen estar en situaciones laborales más precarias.
América Latina y el Caribe ha avanzado en políticas y sistemas de cuidado en la última década, destacándose por innovaciones normativas y la mejora en estadísticas de género, especialmente en la medición del uso del tiempo. Reconocer el cuidado como un derecho y un trabajo esencial ha sido clave en la consolidación de este enfoque. A nivel regional, la Agenda Regional de Género, adoptada a lo largo de casi cinco décadas en la Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, ha impulsado este cambio. En el Consenso de Brasilia (2010) se reconoció por primera vez el derecho al cuidado, lo que se reforzó en el Compromiso de Buenos Aires en 2022.
El enfoque en el cuidado también ha ganado relevancia en otros espacios intergubernamentales en la CEPAL, como el Consenso de Montevideo sobre Población y Desarrollo (2013), la Conferencia Regional sobre Envejecimiento y Derechos de las Personas Mayores (Asunción 2017 y Santiago 2022), y la Conferencia Regional sobre Desarrollo Social de América Latina y el Caribe (2023). Estos encuentros reflejan un consenso creciente sobre la necesidad de abordar el cuidado como un pilar para el desarrollo sostenible.
La sociedad del cuidado es el horizonte hacia el que debemos avanzar. Superar las trampas del desarrollo requiere transformaciones profundas que solo se lograrán mediante la solidaridad intergeneracional, inversiones estratégicas y cooperación regional. Impulsar una sociedad del cuidado nos invita a actuar y construir un futuro más inclusivo, productivo y sostenible, donde el bienestar de todas las personas esté en el centro de nuestras políticas.
Este llamado no solo es urgente, sino también ineludible. Actuar hoy es sembrar esperanza para las generaciones futuras y asegurar que el cuidado, en todas sus formas, sea reconocido como el cimiento de una sociedad más justa.
*Secretario Ejecutivo de la CEPAL