En el caso del cartismo en Paraguay, por lo que estamos presenciando en estos días, ha optado por demonizar a las organizaciones no gubernamentales, además de los medios de comunicación y periodistas que no pueden controlar.
Un sector extremista de adherentes al Gobierno ha optado por colocar como enemiga a una suerte de conspiración internacional que, presuntamente, busca destruir la idiosincracia y los valores tradicionales del Paraguay.
Más allá de fantasías, el “problema” de la actual administración es que su holgada mayoría en ambas cámaras legislativas la priva de poder culpar al Congreso de trabarle o ponerle palos a la rueda de su gestión.
Por otro lado, nuestro país tiene la particularidad de tener tantos problemas y necesidades de vieja data que cualquier mandatario tiene, al asumir, un abanico de cuestiones del que puede ocuparse para resolver o mejorar.
Este Gobierno ha decidido ocuparse en particular del tema de la alimentación de niños y niñas en las escuelas. Al menos esa es la cuestión sobre la cual se están movilizando de manera concreta, aunque por ahora no llegan a la cantidad de estudiantes que pretenden y recién esperan hacerlo el año próximo, según dicen.
En el tema de vivienda, el programa “estrella” Che Róga Porã, con el que esperaban causar un gran impacto en la ciudadanía, se toparon con la “sorpresa” de que un altísimo porcentaje de trabajadores y trabajadoras de nuestro país están en la informalidad y ello les impide cumplir con los requisitos para acceder a la vivienda propia. En cuanto a las “viviendas sociales”, el problema es el de siempre: la gran corrupción reinante que impide que se hagan bien las cosas. Esta administración no tiene las agallas ni el liderazgo para hacer algo al respecto.
En educación y salud públicas, dos cuestiones en las que nuestro país está muy mal, este Gobierno ha decidido no hacer nada, aunque Santiago Peña prometa construir más hospitales. La impresión es que no tiene las condiciones para despartidizar esta cuestión, por lo cual todo indica que no habrá soluciones ni siquiera a largo plazo.
En seguridad, el gran problema es que el Gobierno debe convivir con sus propios corruptos y delincuentes que se han enquistado en cargos en los tres poderes del Estado y, evidentemente, no hay voluntad para pelear en contra de eso.
Esta descripción abreviada de la realidad explica por qué varios actores del Gobierno, especialmente desde el Congreso, buscan “crear” enemigos por allá y acullá.
Asumen que no podrán cambiar gran cosa y ni siquiera tienen previsto plantear batalla contra algunos males endémicos, porque eso implicaría combatir a varios personajes que integran sus propias filas. Entonces, les queda buscar culpables en otro lado y, de paso, usar ese “peligro” como justificativo para copar cargos en todas las instituciones públicas y acusar de enemigos y hasta de “traidores a la Patria” a todos quienes no se prestan al juego, a quienes cuestionan y a los que los señalan.
Es una película que ya hemos visto antes y que, tarde o temprano, termina de una manera que ya todos sabemos.