La explosión de estos “caballos de Troya en el bolsillo”, como los llamó la periodista del New York Times, Elda Cantú, viola la ley internacional, dice la Organización de las Naciones Unidas que sostiene que hasta la guerra debe tener reglas.
Para Volker Türk, Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos, es un horror la amplitud e impacto de la agresión y puso el foco en los cambios en las tácticas de guerra, a partir de esta arremetida.
“Estos ataques representan un nuevo acontecimiento en el teatro de la guerra, en el que las herramientas de comunicación se convierten en armas que explotan simultáneamente en mercados, calles y casas mientras durante la vida cotidiana”, dijo Turk. Las arremetidas (ya que además del Líbano también hubo explosiones de walkie talkies en Siria) son considerados crímenes de guerra ya que detonar explosivos en áreas donde civiles, incluidos niños, y combatientes pueden estar mezclados es una flagrante violación de las normas internacionales.
Es innegable que el desarrollo tecnológico redunda en beneficio y comodidad en una era dominada por los vertiginosos avances que han permeado no soloamente en el mundo laboral sino en nuestras propias casas. Sin embargo, el uso no ético de estas tecnologías nos ponen en peligro no solamente en los epicentros de los conflictos armados sino en cualquier parte del globo. La explosión de un artefacto civil en un contexto de guerra es algo preocupante en el sentido de que su uso ha llegado al último ratio estratégico de combate.
Eso deja, como ha ocurrido por ejemplo con los drones, un amplio margen para que otros grupos terroristas o integrantes del crimen organizado tomen ventaja no ética de la tecnología.
A modo de contexto, se ha sabido que en la invasión de Rusia a Ucrania, los drones han sido cruciales causando bajas significativas en ambos bandos. De hecho, algunos “droneros” excombatientes ya han sido tentados por el crimen organizado para “enlistarse” en sus filas.
Tanto en Colombia como en México ya se han visto operaciones y ataques ilícitos con estos aparatos. Así las cosas debemos estar atentos, porque en este contexto de uso criminal, un “bip” puede hacer la diferencia entre la vida y la muerte sin tener nada que ver, más que estar en el lugar equivocada, a la hora equivocada.
* Marta Escurra posee un doctorado en Defensa, Desarrollo y Seguridad Estratégica.