La traición significa: “Delito que se comete quebrantando la fidelidad o lealtad que se debe guardar o tener”. El traidor es un delincuente. El cartismo está lleno de gente que ha traicionado a su Partido, a sus electores, con quienes fueron infieles y desleales; que pasen al coloradismo no les indulta de ser lo que son. No solo el tránsfuga es un traidor, también los colorados que incumplen la doctrina partidaria desde las instituciones del Estado. Y la incumplen los corruptos, los incapaces, los arribistas, los que se despreocupan de su nivel intelectual.
Uno de los dirigentes más relevantes del coloradismo, Juan León Mallorquín, escribió: “Nuestro sistema constitucional del gobierno nos impone el deber de llevar a la dirección del partido a nuestros mejores hombres, a los astros de primera magnitud.
La clase de los mejores, formada por los intelectuales en general presenta entre sí una gradación, una jerarquía natural de méritos según la capacidad mental y moralidad de cada individuo que hay que distinguir y clasificar cuidadosamente.
Bajo la apariencia de los mejores encontramos en la democracia moderna a políticos que medran sin reparar en los medios, preocupándose poco o nada de la dignidad humana. Intelectuales que ambicionan el poder para sus latrocinios empleando sus posiciones oficiales, su energía y su actividad, en obtener pingues beneficios, importándoles un ápice las necesidades de la sociedad.
El afán de lucro les obsesiona. Unos proceden más o menos cínicamente. Otros guardan las apariencias esperando asestar el golpe maestro en la primera ocasión. Viven de la astucia y el engaño, de las maquinaciones y las sorpresas, no desperdiciando oportunidades para patrocinar negocios a expensas del tesoro público.
Otros son serviles, incapaces de un gesto de altivez, viven de la abyección, de la adulación.
Demagogos rutinarios y audaces, que usurpando el lugar que corresponde al mérito pretenden erigirse en directores de pueblos, valiéndose de multitudes gregarias y abyectas, a quienes en vez de inculcarles sus derechos y sus deberes, las envilecen cada vez más, convirtiéndolas en instrumentos ciegos de bajas pasiones.
Resalta a la vista que estas turbas de aventureros y de vividores son los peores, los más funestos para el gobierno libre y la soberanía popular. Constituyen la mayor rémora que puede imaginarse para la cultura y el ideal de justicia que persigue la democracia y por tanto, no son los que deben ser encumbrados con nuestros votos, ni con nuestros estímulos, si no queremos entorpecer el curso natural del progreso de las sociedades”.
Estas palabras de quien fuera respetado caudillo colorado tienen la vigencia exacta para memorar los 137 años de fundación del Partido Colorado. Pareciera que con tal motivo, y para dar razón al doctor Mallorquín, Santiago Peña sacudió a la clase trabajadora con un proyecto de ley que pretende acabar con la estabilidad laboral a los 10 años. Con esta barbaridad se obtendría supuestamente 500.000 empleos. El proyecto es solo para los trabajadores privados; los funcionarios seguirán con la estabilidad a partir de los dos años. Esta discriminación convierte al proyecto de ley en una manera torcida de ver el país. No es la forma de tratar a quienes lo mantienen con su esfuerzo diario.
Cuando en la Convención Nacional Constituyente se trató el artículo 94 “De la estabilidad y la indemnización”, el doctor Evelio Fernández dijo: “Creemos, entonces, que el artículo 94 (…) establece como principio el derecho del trabajador a la estabilidad…” Este derecho que el cartismo quiere borrar y seguramente lo va a conseguir “porque somos mayoría”.
En fin, el aniversario de fundación del Partido Colorado pudo haber sido mejor pero…