En la otra punta del país tenemos el Acuífero Guaraní, también compartido con Brasil, así como Uruguay y Argentina, pero aún no sabemos lo suficiente sobre él como para gestionarlo adecuadamente.
A pesar de sus grandes riquezas hídricas, según la Asociación Mundial para el Agua (GWP, por sus siglas en inglés), Paraguay es el país con menos seguridad hídrica de América del Sur, lo que repercute en que no pueda garantizar el acceso de agua de calidad y en cantidad a toda la población.
La sequía que asola Paraguay no solo expone la fragilidad de nuestros recursos hídricos, sino que también afecta la economía del país. Si el río se puede cruzar caminando, los barcos no podrán navegar, lo que interrumpe el transporte por la Hidrovía, con serias consecuencias para el comercio. En el Chaco, a su vez, la sequía ya ha desplazado alrededor de un millón y medio de cabezas de ganado de Boquerón y Alto Paraguay, acentuando la vulnerabilidad de nuestras comunidades y la necesidad urgente de una respuesta integral.
En la vasta región del Chaco Americano, que abarca partes de Argentina, Paraguay, Bolivia y Brasil, numerosas comunidades, particularmente aquellas pertenecientes a pueblos indígenas, enfrentan una crisis persistente debido a la falta de acceso al agua potable. Aunque el acceso al agua es un derecho humano fundamental internacionalmente reconocido, en estas zonas este derecho está lejos de garantizarse.
Las comunidades deben lidiar con la escasez de fuentes de agua segura, la contaminación de los escasos recursos hídricos disponibles y la falta de infraestructura adecuada para la captación y distribución de agua.
Esta situación agrava la pobreza y la marginalización que históricamente han afectado a estos pueblos, comprometiendo su salud, bienestar y su derecho a una vida digna. Sin un compromiso decidido para abordar este problema, la brecha de inequidad seguirá ampliándose, perpetuando las condiciones de exclusión que estas comunidades han enfrentado durante generaciones.
Ya con esto habría suficientes razones para preocuparse y actuar. Sin embargo, la sequía es solamente una parte del problema. El cambio climático nos enfrenta a un ciclo implacable de extremos: sequías devastadoras e inundaciones desbordantes, ambos síntomas de una crisis hídrica más amplia. Desde 2014, Paraguay ha enfrentado lluvias muy intensas con más frecuencia, lo que ha causado grandes inundaciones y obligado a miles de personas a abandonar sus hogares cada año.
Estas inundaciones también obligan al gobierno a gastar mucho dinero para reducir sus efectos. Además, mientras que en algunas partes del país la sequía amenaza la agricultura y la ganadería, en otras, las inundaciones interrumpen caminos y dañan áreas productivas. Esto hace que manejar el agua sea un desafío complicado, afectando tanto la economía como la vida diaria de la gente en Paraguay.
Esta crisis hídrica, por lo tanto, nos afecta a todas las personas y obliga a reflexionar sobre el agua y la necesidad de una nueva cultura que priorice su gestión sostenible. La situación en Paraguay refleja un problema global más amplio. En marzo de 2023, la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Agua destacó la importancia de la cooperación internacional para abordar la crisis hídrica global.
La Agenda de Acción para el Agua, adoptada en dicha conferencia, incluye 689 compromisos que buscan avanzar en la implementación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), particularmente el ODS 6, que se centra en garantizar la disponibilidad y gestión sostenible del agua y el saneamiento para todos.
La meta 6.5 de los ODS es crucial en este contexto, ya que propone la gestión integrada de los recursos hídricos a todos los niveles, promoviendo la cooperación transfronteriza. Un claro ejemplo de esta necesidad de cooperación es el Sistema Acuífero Guaraní, que Paraguay comparte con Argentina, Brasil y Uruguay, un “tesoro de agua dulce escondido bajo la tierra”.
Este acuífero, una de las mayores reservas de agua dulce del mundo, es vital para la región y su gestión sostenible depende de la cooperación entre estos países. Desde UNESCO estamos trabajando con Paraguay y sus vecinos para generar conocimiento que permita una gestión integrada de este recurso, que, así como lo heredamos de las generaciones que nos anteceden, seguirá siendo estratégico para las generaciones futuras, incluso aquellas que todavía no han nacido.
El desafío hoy, en Paraguay y en todo el mundo, es avanzar hacia un desarrollo económico que no sea a expensas de la sostenibilidad de los recursos hídricos, es decir a expensas de nuestras hijas e hijos. La gestión del agua no es solo un problema técnico, sino también un reto social, cultural y político. Necesitamos una nueva cultura del agua que integre la ciencia, la tecnología, las políticas públicas y la participación de todos los sectores de la sociedad.
Esta nueva cultura del agua debe basarse en el principio de que el agua es un derecho humano, un recurso limitado e insustituible, fundamental para las personas, el planeta, la prosperidad y la paz. No debemos ni podemos ser responsables de un modelo de desarrollo que implique “pan para hoy, sed para mañana”.
La situación actual es un recordatorio urgente de que debemos actuar ahora. No podemos permitir que la próxima sequía (o la próxima inundación) nos tome por sorpresa sin estar preparados. Es crucial desarrollar estrategias de adaptación al cambio climático, invertir en infraestructura resiliente y promover la educación y concienciación sobre la importancia del agua.
Debemos generar más conocimiento sobre el agua, en todos sus aspectos y a todos los niveles, fortaleciendo la investigación en las universidades y centros de ciencia y tecnología, y generar mecanismos para que el conocimiento producido en Paraguay sea utilizado para la toma de decisiones políticas en la materia.
La pandemia de COVID-19 nos dejó un saldo humano trágico, pero también duros aprendizajes. Nos reforzó la importancia de la ciencia y de la cooperación. Hoy tenemos la oportunidad de aplicar esos aprendizajes al manejo del agua. Las soluciones a los problemas relacionados con el agua, además de desafíos técnicos, tienen profundas dimensiones humanas y socioculturales. Por ello, necesitamos un enfoque transdisciplinario y colaborativo que integre todas las perspectivas y conocimientos disponibles.
¿Por qué no pensar en la creación de un Grupo Científico Asesor en Agua? Compuesto por expertas y expertos en diversas disciplinas, este grupo brindaría asesoramiento -basado en evidencia- para la toma de decisiones sobre la gestión del agua a través de todas las políticas del Estado Paraguayo, al más alto nivel. Esto ayudaría a reforzar la calidad de las políticas públicas, a la vez que contribuiría a cambiar el paradigma de la ciencia paraguaya hacia una “Ciencia Abierta”, más abierta a las políticas públicas, a la sociedad y a todas las comunidades, mucho más apta para enfrentar las crisis hídricas y los restantes desafíos del cambio climático.
En conclusión, la crisis hídrica en Paraguay subraya la necesidad de una nueva cultura del agua, que nos permita enfrentar los desafíos del futuro con resiliencia y solidaridad. La cooperación regional, un enfoque basado en ciencia abierta, y la participación de todos los sectores de la sociedad, son clave para garantizar la seguridad hídrica y el bienestar de las generaciones futuras.
Ernesto Fernández Polcuch, Director de la Oficina Regional UNESCO Montevideo.