Nuestros cipayos

Nuestra opinión pública tiene habitualmente, por suerte, la chance de escuchar, ver y leer a cipayos muy ingeniosos, muy divertidos, que proponen con mucho humor y soltura la idea de que tenemos que dejarnos gobernar por gobiernos extranjeros a través de sus embajadas.

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“Cipayo” significa, como ya lo escribí acá alguna vez anterior: “1. m. Soldado indio de los siglos XVIII y XIX al servicio de Francia, Portugal y Gran Bretaña. 2. m. despect. Secuaz a sueldo”.

Entre chiste y chiste, deslizan la idea de que somos un pueblo tan corrupto que no merecemos autonomía, y que en vez de nuestra Independencia que desprecian entre risas, lo que necesitamos es una fuerte mano extranjera que nos cuide de nosotros mismos.

Pero hay al menos dos problemas en la línea argumental de nuestros cipayos.

El primero es que suponen que hay razas superiores a la nuestra, que no tienen corruptos ni corrupción, que están conformadas por los coros celestiales y que, por tanto, están destinadas a regir nuestro destino.

Lastimosamente para nuestros cipayos, que entiendo por qué no confiesan la admiración que evidentemente sienten por Adolfo Hitler, sus razas superiores no existen y hasta su idealizado Estados Unidos sufre estos días la administración más venal y corrupta de su historia, con fiscales persiguiendo a opositores, hijos presidenciales repartiendo coimas extranjeras con sus padres y censurando el disenso peor que Nicolás Maduro.

Luego, la primera premisa por la que apoyan que se nos gobierne desde embajadas es falsa y no resiste el menor análisis. Pero eso no preocupa tanto a nuestros cipayos porque hay suficientes ironías y sarcasmos para tapar y encubrir la falsedad.

El segundo problema es que entregar el poder a las embajadas implica no tenerlo entre nosotros, con lo cual los que toman las decisiones que nos afectan carecen de cualquier responsabilidad exigible. Es lo que se denomina “poder absoluto”.

Ningún paraguayo tiene ningún instrumento idóneo para influir en la embajada de Estados Unidos, para protestar sus procedimientos, para escrutarlos en caso de exigencia de justicia, para pedir cuentas de los errores ni, mucho menos, para elegir a sus integrantes.

Es decir, lo que proponen los cipayos es que sobre nosotros se cierna lo que en términos técnicos se denomina “dictadura”: Que se dicten sobre nosotros procedimientos en cuya elaboración no hemos tenido ni la más remota posibilidad de participar. Lo proponen con astuta chispa, para que se crea que lo trágico es simpático.

Esta semana que pasó fue pródiga: Todos los cipayos juntos, en un aquelarre sin precedentes, justificando el asesinato extrajudicial de un miembro del Congreso para complacer a sus amos extranjeros.

Supongo que la cuestión de si queremos el país sometido que ellos proponen o el país independiente que queremos muchos se definirá con los votos, aunque la embajada de Estados Unidos ya operó, con Maura Harty, para que no se vote cuando había que hacerlo. Eso si, con orden judicial, como siempre.

evp@abc.com.py

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