Comulgar es unirse a Cristo

Esta es la cuarta parte del discurso sobre el Pan de vida, y Jesús afirma: “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y Yo en él”.

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“Permanece” en Cristo y también podemos decir “habita en mí y Yo en él”, sin embargo, es siempre el mismo sentido: comulgar es unión íntima y transformadora.

Posiblemente, nosotros no logramos entender la medida exacta de esta “comunión” con el Dios vivo, que nos hace vivir. Tal vez, andamos tan atareados con preocupaciones inmediatas, que nos pasa inadvertida esta realidad, que es la más hermosa del mundo.

Considerar que yo “habito” en Dios y que Él “habita” en mí indica una profunda intimidad entre dos seres, aunque de naturalezas completamente distintas: Él, Dios y Señor del cosmos, infinitamente Poderoso y Omnisciente, y yo, un pobre mortal, que peregrina de modo inestable algunos años por esta tierra.

Él, Señor absoluto, que me ha creado por amor, y que por amor me concede gratuitamente salud, alegría y un sinnúmero de oportunidades para salir adelante. Yo, persona egoísta, llena de vanidades, que tantas veces no sabe ni siquiera orinar correctamente en el inodoro.

Sin embargo, el desmedido amor de Dios nos ofrece la comunión con Él, dejando de lado todas las limitaciones humanas y regalándonos su fuerza inmensa. Es justamente debido a esta su acción en nuestro corazón que podemos superar los momentos de quebranto.

Unida a Cristo, la persona es fuerte para perdonar y derrotar el rencor; para no abatirse con el desempleo y ver en la crisis, no el abandono de Dios, sino una valiosa oportunidad para superarse a sí mismo y crear condiciones para una comunión más intensa.

Jesús nos indica el modo de cristalizar esta comunión con Él: hay que comer su carne y beber su sangre, evidentemente, en estado de gracia. Una vez más, toca el privilegio de participar de la Misa todos los domingos, no como un deber aburrido, sino como una fiesta que anticipa la felicidad de la Resurrección. Así, hay una relación directa entre Eucaristía, comer el pan, que es Cuerpo de Cristo, y la vida eterna.

Sin embargo, la comunión con Cristo debe manifestarse en la comunión diaria con los demás, como aconseja san Pablo, sin proceder como gente necia, sino como personas sensatas, que saben perfeccionarse en el momento presente, no abusan del vino, que lleva al libertinaje y se comportan de manera irresponsable. Asimismo, llenos del Espíritu Santo, recitan salmos y cantos espirituales, lo que sana y alegra el corazón.

Paz y bien.

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