Tanto él como su compañero de fórmula, el senador por Ohio, J.D. Vance, estaban listos para atacar al mandatario, evidentemente debilitado por el desgaste de la edad (81 años), algo que quedó patente en su desastroso desempeño en el debate que tuvo lugar a finales de junio.
Pero sucedió lo que sólo era cuestión de tiempo: unos días después de la convención republicana, Biden comunicó a la nación que se retiraba de la contienda “por el bien del Partido Demócrata y por el bien del país”. Además, le ofreció su respaldo a su vicepresidente, Kamala Harris: “hay que darle el relevo a una nueva generación”. Lo demás es historia.
En pocas horas la cúpula del Partido sumó apoyos y las donaciones, que habían cesado ante la crisis por la situación del presidente, se multiplicaron como los panes y los peces.
La campaña de Harris se puso en marcha y el desánimo en las filas demócratas dio paso a un entusiasmo renacido. Con ella se abrían las espuertas del cambio generacional (tiene 59 años), representa la realidad multicultural (hija de madre india y padre jamaiquino) y podría convertirse en la primera mujer presidente de una democracia en la que hasta ahora sólo han gobernado hombres.
Lea más: Trump y la demonización de los inmigrantes
Una de las primeras personas en apoyar públicamente a Harris ha sido Hillary Clinton, quien en 2016 perdió contra Trump en una de las campañas electorales más sucias que se recuerdan. El magnate neoyorkino la llamaba “repugnante Hillary” y no ocultaba su aversión a Clinton, una mujer madura sin los atributos físicos de las misses que él piropeaba en los concursos de belleza que auspiciaba. En ese mismo año salió a la luz un audio de Trump cuando presentaba en la cadena NBC el reality ‘The apprentice’. En dicha grabación se le escuchaba jactándose de que, por ser un hombre poderoso, podía permitirse “agarrar a las mujeres por el coño”.
En uno de los debates televisados llegó a situarse detrás de Clinton con gestos amenazantes. Fue en esa época cuando Trump recurrió a pagos de campaña irregulares para silenciar a una de sus supuestas amantes, la actriz porno Stormy Daniels. No debían hacerse públicas sus relaciones extramaritales, a la vez que denostaba a Clinton, Nancy Pelosi y cualquier mujer cualificada que no podía reducirla a la “cosificación” a la que aludía en el denigrante audio. Entre los muchos factores que hacían de Trump un candidato nocivo, su machismo trasnochado no impidió que derrotara a Clinton en 2016.
Demos un salto en el tiempo: al cabo de cuatro años de una presidencia que no pudo repetir tras perder contra Joe Biden en 2020, Trump aspira a ocupar nuevamente la Casa Blanca. Tiene clavada la espina del intento de golpe de estado que instigó el 6 de enero de 2021. Con la doctrina trumpista dominando al Partido Republicano, en este nuevo asalto estaba más que listo para subirse al equilátero contra Biden, pero entró en escena Harris con su experiencia como fiscal, fiscal general en California, senadora y tres años en la Casa Blanca junto al presidente.
En sus primeros discursos tras la renuncia de Biden, se ha mostrado contundente, sin pelos en la lengua y dispuesta a debatir en cualquier plató de televisión. La actual vicepresidente maneja la esgrima dialéctica y tiene el afilado adiestramiento de una fiscal. Ella misma lo afirma: ha lidiado con depredadores sexuales, estafadores, personajes tramposos como el propio Trump, asediado por sus diversos procesos judiciales.
La hemeroteca y la memoria infinita de internet sacan un día sí y otro también los comentarios sexistas de Trump y de su compañero de fórmula: desde sus ataques contra los derechos reproductivos de las mujeres hasta comentarios denigratorios de Vance en el pasado sobre las mujeres (en específico se refirió a Harris en 2021) que no tienen hijos. Son dos señores que arrastran conceptos del medievo que a muchas votantes les provoca un rechazo visceral. Hasta hace unos días, para ellas la alternativa era votar por un político respetable, pero muy desgastado.
Con Harris como la virtual candidata demócrata a la presidencia, tienen la oportunidad de votar contra las rémoras del trumpismo. No sería la primera vez que el voto femenino determina unas elecciones.
En un artículo de opinión publicado en The New York Times, Hillary Clinton evoca con pesar la frustración de no haber podido llegar a ser la primera mujer presidente por los méritos que de sobra tenía. Ahora le desea a Kamala Harris que triunfe en el afán por romper ese resistente “techo de cristal”, porque ella también goza de la experiencia y de las cualidades necesarias para ser una estadista notable. Por lo pronto, su abultado currículum no tiene la mancha de “golpista”.
Sin duda, se lo recordará a Trump cuando se vean cara a cara, pero a una distancia prudencial. [©FIRMAS PRESS]