Tras millones de años de desarrollo y varias revoluciones después, incluyendo la rimbombante Revolución Industrial (1750), el Gobierno del Paraguay, como destacable país bananero, aún no tiene claro cuánto de energía eléctrica proveerá a sus ciudadanos y, peor aún, deja a importantes zonas económicas en vías de desarrollo, como el Chaco Central, a su suerte.
Si de producir en tiempos difíciles se trata, la Región Oriental posee autoridad máxima en ello, ya que el sacrificado chaqueño posee la habilidad –integrada en su currículum– de hacer florecer el desierto si fuere necesario, pero los estándares altos de producción sumada a la demanda creciente de productos del Chaco, que es una infinita lista, coloca a la zona bajo una presión difícil de administrar y sin el recurso más esencial de todos: la energía eléctrica.
El Gobierno Central debe al Chaco, en cifras en las que los ceros no alcanzan. Millones de dólares mensuales en impuestos van a las arcas estatales, otros millones más en seguros de salud que no funciona e impuestos varios. Poco de eso tiene un real retorno.
Es totalmente inaceptable que las autoridades cooperativas y políticas que (mal o bien) representan al Chaco deban peregrinar junto el Presidente de la República para pedir “por favor” que se acuerden de los chaqueños y mejoren la conexión de energía eléctrica para que “por favor” podamos trabajar.
El reciente corte de más de 12 horas es una muestra de cuánto se necesita hallar una solución y de lo frágil que es la red de distribución de energía. Peor aún, demuestra que estamos pagando por un servicio que no tiene ninguna garantía y que, encima, es proveído de la forma más mediocre solo porque somos del Chaco.
Así como las autoridades del Chaco tienen mano dura con la población para exigir y cobrar impuestos y aportes cooperativos, así como ceden sonrientes a las exigencias y caprichos de muchos colorados solo por quedar bien, los ciudadanos esperamos que, con la misma firmeza y entusiasmo, se planten y exijan al Gobierno que haga nada más que su trabajo y provea de conexión eléctrica digna al departamento de Boquerón. Menos que eso no merecemos.
Y para usted, señor Santiago Peña, la última frase: Fiat Lux.