Roa Bastos, periodista

El próximo martes, la Carrera de Letras de la Facultad de Filosofía de la UNA, recordará el 50 aniversario de la primera publicación de “Yo el Supremo”, de Augusto Roa Bastos. Será otro de los importantes actos de homenaje a nuestro máximo escritor.

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Roa Bastos fue también un eminente periodista. El escenario de su prédica, como editorialista y columnista, fue el diario “El País” en años políticos tumultuosos.

El 7 de setiembre de 1940 ocurrió la trágica muerte del general José Félix Estigarribia. Le sucedió su ministro de Guerra y Marina, Higinio Morínigo, quien ocuparía el cargo por un tiempo jamás alcanzado por ningún otro gobernante paraguayo en el siglo XX. Ocho años.

Morínigo heredó del anterior gobierno una Carta Política autoritaria, la tregua política, la ley de prensa, un par de militares revoltosos, los mismos que le llevaron al poder.

Al prescindir de los partidos políticos, Morínigo se sostuvo en los militares. Concretamente, en lo que se dio en llamar la camarilla “nazifascista” o “el grupo de los cuatro”, o “el grupo de caballería”.

Aferrado a medidas represivas, esquivando conspiraciones, Morínigo llegó a 1946 con una población agotada por seis años de dictadura, pero con la conciencia de que algo tenía que hacer para dignificar su vida. Esa población quería informarse a través de una prensa independiente, pero sobre todo, de periodistas independientes. Augusto Roa Bastos fue la respuesta contundente. “El País” se esforzaba, bajo continuas amenazas, por mantenerse a flote y ser la voz de quienes aspiraban un país libre.

El 9 de junio de 1946 un alzamiento en la Caballería acabó con el “grupo de los cuatro”. Morínigo, sin posibilidades de reaccionar, cedió a las exigencias de la oficialidad joven: cambiar el rumbo autoritario del gobierno. Así nació la “primavera democrática” con un gobierno de coalición integrado por colorados, febreristas y militares. Actuaron libremente los partidos políticos, las organizaciones sociales y culturales. La ciudadanía y la prensa recuperaron la voz. Este sueño duró seis meses. No soportó la ambición desmedida de poder de los políticos y la “primavera” se acabó. El gobierno de coalición devino gobierno de colisión. Se retiraron los febreristas con gran contento de Morínigo. ¿Qué hacer con los colorados? ¿Sacarlos del poder y quedarse solamente con los militares? El dictador ya tenía sus planes tejidos por su endiablada astucia. Cobraría muy caro los seis meses que le tuvieron arrinconado en el Palacio de Gobierno escuchando, impotente, el griterío que subía de la calle contra él.

El gobierno “de coalición” comenzaba a debilitarse. Fue cuando Augusto escribió en la edición del 26 de noviembre, entre otros conceptos: “Paz de los sepulcros: Nadie puede negar un hecho del dominio público. Ese hecho consiste en el estado de efervescencia pre-electoral (Se había anunciado que se llamaría a una Constituyente) de ebullición política, que reina en el país. De todos los rincones del campo y de las ciudades, aun de los lejanos e ignorados, nos llegan, sin solución de continuidad, noticias de acontecimientos lamentables que, muchas veces, degeneran en dramas sangrientos por querellas partidistas” .

Firme defensor de la democracia, y sensible a los hechos cotidianos, Roa anunció en su editorial del 10 de diciembre de 1946: “Los últimos acontecimientos políticos (…) están colocando al país al borde de la guerra civil”. Para desgracia nacional, se cumplió el temor de Roa. La revolución, conocida como la del 47, castigó también al autor de “Yo el Supremo”.

alcibiades@abc.com.py

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