Una clara muestra es la difícil situación que viven cada año los productores de tomates. Con la poca asistencia técnica que tienen del Gobierno, hacen lo posible para resistir a las fuertes sequías y largas lluvias que tienen efectos devastadores sobre la producción y, por último, deben rezar a todos los santos posibles para poder llegar a vender sus hortalizas y todo por culpa del contrabando.
El mayor problema que enfrenta en cada cosecha es el contrabando masivo de frutihortícolas que ingresan diariamente y que terminan saturando el mercado nacional. Actualmente, varios tomateros del departamento de Caaguazú están reportando que cuentan con miles de kilos de tomates en sus fincas listos para ser comercializados, pero los compradores de los mercados de abastos del país les informan que actualmente existe una saturación del mercado a causa del ingreso masivo de tomates brasileros y argentinos. Muchos de los labriegos tuvieron que redoblar esfuerzos y recursos para salvar sus cultivos de los cambios climáticos y esa situación les causó deudas millonarias con las entidades crediticias y agroveterinarias, que ahora deben pagar.
Pero actualmente están siendo nuevamente víctima de las autoridades corruptas de las fronteras de nuestro país como Aduanas y las instituciones como la Policía Nacional, que deben controlar los camiones que circulan por la ruta, y no hacen nada para frenar el flagelo y, con coimas de por medio liberan las cargas y terminan perjudicando a miles de familias.
El Ministerio de Agricultura y Ganadería (MAG), el órgano del Gobierno que debe de velar y garantizar la buena producción agrícola del país, hace poco o nada para trabajar con los agricultores. Miles de labriegos no reciben asistencia técnica, insumos o subsidios que les ayuden a mejorar su producción y la calidad de vida los mismos.
Las autoridades de turno deben dejar de joder con los recursos del Estado, tienen que entender que un trabajo mancomunado entre el Gobierno y la población tendrá un impacto positivo directo en el desarrollo del país.
Si a la gente del campo le va bien, a los trabajadores de las ciudades les van mucho mejor. Estamos cansados de la inutilidad de nuestros gobernantes y debemos unir fuerzas para obligarlos a cumplir en forma sus funciones.