Jugar con fuego

Vimos en redes sociales en estos días el video de un ciudadano paraguayo en el Hospital de Luque que se encontraba totalmente harto de las situaciones que sufren los pacientes cuando, por ejemplo, deben formar interminables filas para intentar ser atendidos.

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El video parece en un primer momento convertirse en un informativo del pueblo, pero el tono del mismo va subiendo a medida que la persona que grababa desde su teléfono camina y la fila parece nunca tener fin. Cuando el relator menciona que no va a descansar hasta que esta injusticia se acabe creo que nos invita a reflexionar lo siguiente: se llega a eso por el exceso de tolerancia que tenemos los paraguayos ante la adversidad.

No deberíamos estar ante una situación de vida o muerte, o con la salud al límite, para decidir que soportar la falta de dignidad en el trato y en la administración pública no es posible todo el tiempo. El ser humano se cansa de soportar las injusticias cuando todos piensan que ya se está acostumbrando y que, incluso, podría aguantar otras más.

Con la aparición del grupo de jóvenes Bacheando Py que demostró que con pocos recursos es posible arreglar pozos en las calles, pudimos ver nuevamente en el área metropolitana a las anteriormente desaparecidas cuadrillas municipales dando la cara. Evidentemente acusaron el golpe que deja en evidencia la inacción.

Cuando tenemos filas interminables de personas esperando un turno, cuando en las farmacias de los entes públicos se acostumbran a decir que no hay lo que nos recetaron, cuando las calles dejaron nuestro auto con problemas de todo tipo, cuando la propia municipalidad decide enrejar las plazas que dice proteger para no volver a abrirlas ni cuidarlas, cuando los inspectores y agentes en lugar de educar solo buscan una tajada, cuando la administración no es transparente y se habla de multimillonarios faltantes, entonces estamos hablando de jugar con fuego en medio de un depósito ilegal de pirotecnia.

La pirotecnia podría ser cualquier discurso que es aplaudido y festejado por el círculo más cercano de la autoridad que piensa hacer creer a toda la población su cuento, un cuento que muchas veces no tiene credibilidad ni para los más chupamedias, pero que siguen cumpliendo por conveniencia el rol de adular. ¡Cuánta pirotecnia vemos y escuchamos en estos días! Pero a la vez nos da la impresión de que la misma también despierta el amor propio que nos impedirá ser pisoteados nuevamente una y otra vez porque es difícil engañar a la ciudadanía para siempre.

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