De modo que pedí hablar con Mauri Espínola, quien aparece siempre muy próximo a Marito, para desarrollar del tema. Aceptó, enviando el siguiente mensaje a mi productor Iván Gómez: “Pero decile que no sea tan cartista jaja”.
Empecé la entrevista con Mauri, el jueves a la noche en “Mesa”, pasando por alto el comentario y diciendo que el retorno de Marito podría ser una solución para una oposición desorientada y desarticulada, pero obviamente él no quería hablar de eso sino de si mi heladera estaba llena de empanadas de Don Vito.
Mauri ñembo simpático, diciendo que me vendí a Horacio Cartes.
Hice todo lo que me fue posible para mantener el tema de Marito, pero Mauri no estaba interesado. Lo que él quería era atacar mi credibilidad, como penosamente descubrí en ese momento.
Y en ese momento también me di cuenta de que el ataque de Mauri era semejante en todo al que vengo recibiendo de Desirée Masi. Ruego a los entendidos que encuentren alguna diferencia y me la muestren.
Yo no tengo millones de dólares de embajadas extranjeras para pagar granjas de trolls, agencias de propaganda especializadas en redes sociales, para tratar de hacer creer que la Tierra es plana a fuerza de repeticiones disfrazadas de cantidad. Sin embargo la Tierra es redonda y Mauri no pudo ofrecer ninguna evidencia sobre mi supuesta prostitución.
Por ejemplo, conté en “X” su balbuceo sobre mi posición en el caso de Erico Galeano, con el que confirmó que no entendió mi posición, aunque la tengo expuesta con detalle muchas veces, o que le dictaron lo que tenía que decir.
Confieso que no he logrado discernir hasta este momento si fue lo primero o lo segundo.
Mauri sintetizó en el programa del jueves el problema de nuestra oposición autodenominada “democrática”: Secuestrada por un maniqueísmo criminal, el que no la obedece es enemigo; acelerando su ejercicio del autoritarismo más radical, que no tolera la contestación de sus dogmas; sometida a las oscuras instrucciones de oenegeceros y políticos sin cargo, que pretenden instalar en nuestra democracia una antinomia fatídica, según la cual ella es la buena y todos los demás son malos, para destruirla.