¡Increíble la celeridad que imprimió la Fiscalía a la acción, destacándose la velocidad con que se llevaron adelante los procedimientos preliminares por parte de los fiscales asignados al caso! Estos últimos, que normalmente tardan meses en realizarse, en esta ocasión se concretaron respetando como nunca los principios de celeridad y economía procesal, elementos que no distinguen precisamente a nuestra administración de justicia.
Pero no todo es coser y cantar… He aquí que, quizás a causa del apuro con que se desarrolló la articulación previa de la denuncia y el afán de todos sus actores, varias comunicaciones vía WhatsApp entre ellos fueron filtradas por una fuente, hasta ahora anónima. Estas filtraciones, que en otras causas podrían no tener demasiada relevancia, resultan substanciales en este caso por el detalle para nada menor que… se dieron entre los fiscales asignados para conocer de la misma y el principal abogado de la parte demandante.
El resultado es fácil de imaginar: la salpicadera resultante alcanzó de lleno a estos personajes, al igual que muchos otros actores comprometidos, que optaron por el singular recurso autóctono del ñembotavy. Siempre vigente esta hábil y recurrente jugada: Fingir demencia mientras se gana tiempo para elucubrar una nueva estrategia, embarrando de paso un poco más la cancha.
Sobre la fuente que proveyó estas filtraciones: Al margen del origen de las pruebas, es obligación y debe estar en la intención del Juez o Fiscal interviniente cuidar las mismas, admitir las que correspondan e impulsar el trámite correspondiente para su confirmación por todos los medios humanos y tecnológicos posibles, evitando que se pierda ninguna de ellas. Por estas razones, es sumamente llamativo que se aparten tanto y tan aviesamente de estas premisas.
Las fuentes, a lo largo de la historia, siempre fueron importantes para tomar conocimiento de hechos que no hubiese sido posible por otro medio o hubiesen tardado demasiado. Y a partir de lo informado, develado o relatado por estas fuentes, siempre se tomaron decisiones, algunas incluso extremas. Aquí prevaleció siempre aquello de “el fin justifica los medios”, por lo cual, a partir del contenido de la esquela adherida a la pata de una paloma mensajera, las noticias proveídas por un chasque llegado medio muerto al campamento del comandante del ejército o los informes del cura delator: Se confiaba en los mismos y actuaba en consecuencia.
Gengis Khan no dudó del mensaje enviado paloma de por medio, que le informaba que las tropas chinas se reagrupaban al este, y decididamente enfiló hacia allí con sus tropas, logrando un éxito rotundo. En otro momento de la historia, el Dictador Francia también creyó en todo cuanto le relató un cura a quien el buenazo de uno de los próceres no tuvo mejor idea que contar -bajo secreto de confesión- los planes para atentar contra la vida del Supremo. No es necesario entrar en detalles de la suerte que les tocó a partir de ese momento a Fulgencio Yegros, Pedro Juan Caballero, Iturbe y los demás muchachos de mayo.
Le credibilidad de la fuente no se discutía ni se ponía en duda. Con esa misma seguridad tomaron decisiones los estrategas prusianos a partir de los informes que les pasaba Mata Hari, infiltrada en las altas esferas de oficiales franceses. Quienes por cierto tampoco dudaron para hacerla fusilar una vez puesta en evidencia la astuta y sensual espía de origen holandés. Solo que en el caso que nos ocupa hoy, la justicia es la primera en dudar de la veracidad de las pruebas arrimadas, demostrando a todas luces estar más preocupada en desestimarlas o retrasando medidas cautelares, que en verificar la autenticidad de las mismas.
Partiendo de la lógica que supone que las autoridades deben buscar lo más conveniente para los ciudadanos, ejerciendo los tres poderes la justicia, promulgación de leyes y ejecución de las dos anteriores, desestimar pruebas concretas presentadas equivaldría a que el Mariscal Estigarribia hubiese dudado del reporte de un vigía, que desde lo alto de un árbol estuvo controlando los movimientos de las tropas bolivianas por varios días.
Quizás el propio razonamiento y la lógica jurídica se vean negativamente afectados por un relativismo exacerbado, cada vez más presente en la sociedad y la manera que tiene de razonar las cosas. Para contrarrestar eso, la ética y la moral marcan claramente la cancha, justamente para evitar caer en las contradicciones que suscita ampararse demasiado en el viejo proverbio español: “Nada es verdad ni nada es mentira, todo depende del cristal a través del cual se mira”.