Dios ama al mundo, y debemos mejorarlo

Cuando usamos la palabra “mundo”, sentimos una dificultad de dar una interpretación única, pues ella comporta, al menos, dos opuestos.

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De un lado, “mundo” significa lo bello que existe, la pródiga naturaleza, una armonía perfecta que nos atrapa, una vida linda y sentimos una mano poderosa que lo mantiene todo.

Por otro lado, también significa lo “inmundo”: pues hay seres humanos que viven con un hambre evitable, hay un montón de mentiras asquerosas, una corrupción conocida y denunciada, pero que continúa impune.

San Juan hace una revelación formidable: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna”.

El mundo recibe del Señor gracias especiales para ser más equilibrado y para ser preservado en todos los sentidos, porque Él ama al ser humano que está en el mundo, asimismo, cuida para que Su obra se aquilate más cada día que pasa.

Dios entregó a su Hijo para salvar al mundo, afirma, pero luego vemos la expresión “Vida eterna”, ya que nuestra peregrinación por este mundo, bonito o feo, termina en cualquier momento.

La decisión clave es “creer” en Jesucristo y manifestarlo con obras de amor a este mundo, para que él sea más justo, y todos puedan habitarlo con las mínimas condiciones para salir adelante.

La otra actitud, es decir, no importarse con las enseñanzas de Cristo, es de consecuencias duramente previsibles, pues el texto evangélico habla de “condenación”.

No considerar los pedidos de Jesús es no importarse en mejorar este mundo, no tener una referencia clara al bien común, sino preferir estar hundido en su egoísmo, y no dudar en explotar al semejante, con tal de lograr sus perversos objetivos.

Dios creó al mundo por amor, y toda la creación es manifestación de su Alianza con nosotros, determinó ciclos y estaciones para que la hermandad esté presente entre los seres humanos, y se desparrame hacia todas las criaturas salidas de sus manos.

El Señor quiere creciente armonía para nuestros corazones, y por eso nos envía a su Hijo único, para que nos salve, y nos enseñe cómo comportarnos para ser verdaderos hijos suyos.

Notemos, asimismo, la contundente expresión que sostiene que, quien practica el mal, busca la oscuridad, para que nadie se dé cuenta de sus trampas.

Seamos personas de bien, que buscan la justicia y no temen la luz, porque sus obras son de fe en Jesucristo y de solidaridad hacia las realidades de este mundo.

Paz y bien

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