No todo está perdido

En los últimos días, el país tuvo una serie de acontecimientos que motivaron sentimientos encontrados. Por un lado, algunos despertaron tristeza, indignación y desazón, pero otros encendieron la llama de la esperanza, que no quiere extinguirse.

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Qué tristeza ver cómo la clase política hace trizas de nuestra siempre incipiente democracia con sus atropellos a las normas, sus nepobabies y sus aumentazos, mientras busca cómo seguir esquilmando más recursos al pueblo.

Contrariamente a lo que prometieron, no estamos mejor. De hecho, no estamos nada bien y, por lo que vemos, si de nuestros gobernantes depende, cada vez estaremos peor. También duele ver a los padres de familia sufriendo las penurias en hospitales y escuelas empobrecidas y ni qué decir las consecuencias de la violencia constante que se vive a lo largo y ancho del país, donde tuvimos a un adolescente asesinado por error de narcotraficantes, una joven baleada en un parque y una niña arrastrada por las calles por motochorros cuando iba a comprar su uniforme.

Pero también desde el dolor llega la esperanza. En las palabras de don Óscar Estigarribia, quien tuvo que enterrar a su hijo de 16 años, asesinado cuando iba al colegio, además del reclamo de justicia, un clamor desde Filadelfia que debe llegar a todo el país:

“Nosotros tenemos que movernos de verdad (…). Es mejor morir luchando que morir sentados. Somos ya demasiado pachá, tenemos que trabajar cada uno. Le pido a cada joven que trabaje por su comunidad, que haga comisión vecinal, que haga sus pedidos a las autoridades, y ¿quiénes son sus autoridades? Pues el intendente y el gobernador. Van de balde a gritar a los senadores y a diputados allá, ellos no van a solucionar nada. Ellos ahí están para crear leyes a su favor; ellos no están para trabajar por ninguna comunidad, por ninguna ciudad; meten proyectos solamente para beneficio de ellos, no para beneficio del pueblo. Así es la realidad. Les insto a los jóvenes de cada ciudad que empiecen a trabajar por su ciudad; exijan a sus intendentes, a sus gobernadores y empiecen a limpiar (...)”.

Y, justamente, desde el dolor llega la esperanza de días mejores. Porque cuando vemos a los jóvenes salir a las calles a exigir respeto a las leyes y a reclamar sus derechos, podemos tener la certeza de que no todo está perdido. Jóvenes, solamente ustedes pueden cambiar la historia, liberarnos de estos carruajes con su fuerza mayoritaria, con su energía y, principalmente, con sus votos.

Contamos con ustedes, que son nuestra única esperanza de un país mejor.

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