Otro que corre similar suerte es Edelio Morínigo, quien fuera secuestrado por el mismo grupo el 5 de julio de 2014. La lucha de su madre Doña Obdulia Florenciano es conocida por todos, tras tanto tiempo con la impotencia a cuestas de no saber que pasó con su hijo.
Se suma el caso de Don Félix Urbieta, quien ya lleva más de siete años desaparecido, tras ser llevado a la fuerza el 12 de octubre del 2016 por los integrantes del grupo autodenominado Ejército del Mariscal López EML.
A nadie parece importarle el dolor de estas tres familias y en muchos casos sus reclamos y súplicas por algún dato que otorgue certeza acerca del paradero de los secuestrados, hasta pareciera molestar a las autoridades de turno y a los actores protagónicos en la supuesta lucha contra estos grupos criminales.
Y esa pareciera ser la clave de toda la cuestión. ¿De verdad existe la intención y la voluntad de acabar con el EPP?
Cuesta creer que la Policía y las FF.AA., tras la creación de la Fuerza de Tareas Conjuntas, con todos los intereses económicos que rodean a este grupo criminal, tengan una intención genuina de acabar con estos criminales.
Solo basta con observar que el Presupuesto General de Gastos de la Nación destina anualmente unos 13 millones de dólares para el combate contra estos delincuentes. Sería de inocentes suponer que quienes dirigen el rumbo de estas investigaciones, van a tomar acciones como para acabar con el grupo que les provee de estos recursos o por lo menos los justifica. Permítanme hacer esta suposición, porque en Paraguay primero hay que pensar mal y luego pensar.
Sumemos a esto algo que siempre se mencionó en la zona norte del país, que los mismos uniformados realizan guardias privadas a estancias, por importantes montos mensuales, para “proteger” a los productores. Es decir, facturan por todos lados.
Resumiendo, en nombre de la lucha y el combate siguen lloviendo los recursos para los Generales, Comisarios y seguramente autoridades que llegan hasta las más altas esferas del Gobierno.
Me niego a creer que nuestras fuerzas del orden lleguen a tal grado de inutilidad, al punto tal que no puedan acabar con un grupo minúsculo de delincuentes. No puede ser que pasados tantos años ni siquiera puedan informar a las familias si sus seres queridos siguen con vida o ya fueron asesinados hace tiempo.
Mientras tanto los familiares de los capturados seguirán con la rabia y la impotencia de ni siquiera poder pasar la página. Ni siquiera pueden realizar el duelo pertinente porque no les entregan certezas.
De esta manera, es imposible que exista una verdadera intención de acabar con la gallina de los huevos de oro, no van a cortar el chorro, no hay manera que pateen contra su olla.