Pasados algunos meses y empezando el primer año completo que tendrá para gobernar, aquella manifestación de Peña cobra mayor relevancia y actualidad, dado que las cartas están echadas, las condiciones políticas fácticas están dadas y todas parecen favorables para el actual mandatario del país.
Eligió (al menos, cabe suponer eso) a los colaboradores que consideró más adecuados para administrar el país; tiene una cómoda mayoría en ambas cámaras del Congreso; su partido maneja el Poder Judicial y los organismos extrapoder; su mentor, Horacio Cartes, preside el Partido Colorado, con lo cual no es esperable que haya problemas o cuestionamientos internos y, por si todo eso no fuera suficiente, tiene ante sí a una oposición en crisis y atomizada, de la que solamente se escuchan algunas voces aisladas que no pueden conmoverlo, dada la mayoría abrumadora de sus partidarios en el Congreso.
Pese a este panorama tan halagüeño y favorable, Santiago Peña, recientemente, respondió sobre los casos de políticos de su partido o aliados a él, que se valen de su posición para dar cargos y salarios a sus familiares y amigos, diciendo que las críticas son una suerte de agenda de grupos económicos que quieren su fracaso.
En realidad, los casos de tráfico de influencia y nepotismo disfrazado que se están destapando actualmente son vergonzosos e indefendibles.
Es posible que Peña prefiera no emitir un juicio sobre este tema, dado que ya el año pasado quedó malparado, cuando instó al senador cartista Erico Galeano a ponerse a disposición de la justicia para ser investigado por los hechos de lavado de dinero y asociación criminal, de los que se lo acusa, y este hizo lo imposible para evitar dar explicaciones a la justicia.
Por otro lado, Peña tiene “techo de vidrio” en lo que hace a ejercer cargos en la función pública, dado que en su momento fue miembro del Directorio del Banco Central del Paraguay como cupo político del PLRA. Posteriormente, se pasó al Partido Colorado para conservar su cargo de ministro de Hacienda, durante la administración de Horacio Cartes. Al concluir ese periodo, no tuvo ningún remilgo moral para pasar a ejercer un cargo gerencial muy bien remunerado en el banco propiedad de Cartes. Lo que vino después es harto conocido: de ser empleado de Cartes, fue nominado por él nuevamente como candidato del Partido Colorado a la presidencia, la cual ganó y está ahora donde está.
¿Qué puede salir mal habiendo este escenario político tan favorable a Peña y su grupo político?
Evidentemente, solo de su mismo entorno pueden surgir los problemas, algo que de hecho está ocurriendo.
Se trata de una contradicción radical: un presidente que habla de cambiar, modernizar y desarrollar el país y sus partidarios que repiten vicios consuetudinarios y muestran que accedieron a sus cargos solo para beneficiarse del Estado, de cualquier manera que sea, junto a sus familiares.
¿Hasta cuándo será posible sostener este estado de cosas? Si alguien tiene que ceder, no parece que Santiago Peña sea justamente el que tiene la sartén por el mango.