Lo que podríamos ver en primer lugar es que el nuevo gobierno está comenzando a desarmar una estructura populista con la visión de un presidente autocalificado anarcocapitalista y un equipo de poder que más bien tiene una visión liberal, lo que nos impulsa a creer que puede terminar en cualquier modelo político, menos en socialismo o más concretamente populismo, como el que implantó la era kirchnerista.
Argentina tocó fondo y ya no existió relato capaz de vender una oferta electoral confiable. Pero fue algo más que confianza lo que el pueblo necesitaba para apoyar un cambio. Necesitó saber por qué se llegó hasta donde se llegó y cómo salir del pozo. Asumiendo que fue una tontería votar y volver a votar un modelo suicida, los argentinos buscaron entender qué estaba pasando, y fue así que Milei se convirtió en profesor y se tomó el trabajo –en vez de prometer nomás- de enseñar las causas de la crisis y el camino a seguir para salir del atolladero. Los medios descubrieron que él sabía mucho de lo que estaba hablando, y le prestaron atención.
Así ganó. Y ahora que se pone a gobernar descubre que ganar las elecciones no lo es todo. Ahora necesita ganar otra vez, pero esta vez para dar legitimidad a su gobierno, a sus medidas y acciones, y es ahí donde recién se pondrá a prueba el significado del grito de “libertad, libertad”.
Todos los latinoamericanos sabemos lo que significa “dentro de la ley, todo; fuera de la ley nada”, frase que usaron también las dictaduras que igual cayeron. Milei y su equipo de poder sabe que cuenta con legitimidad de origen para gobernar y aplicar la ley, pero saben también que no se gobierna solo desde la Casa Rosada. Se gobierna también desde la calle con los anarcosindicalistas mal acostumbrados a chantajear para sacar importantes tajadas del Estado, y se gobierna además desde las sombras de la conspiración política y militar.
Dicen que una revolución liberal en economía ha precedido a veces, y a veces ha seguido a la libertad política. Para demostrar esta aseveración el gobierno de Milei necesita hacer una verdadera revolución liberal en la economía argentina para que el vecino país logre la libertad política que solo la consiguió, como otros países, solo circunstancialmente.
Para eso Milei debe ganar la carrera de sus recetas económicas impopulares de corto y mediano plazo -pero que promete soluciones brillantes a largo plazo- a la ansiedad social y a la inescrupulosidad sindical y política de quienes perdieron sus vitales privilegios, no obstante sostienen aún el cordel de miles de personas y familias que dependen de todo tipo de subsidios.
Sin partido político fuerte y con mayoría del Congreso en contra, Milei debe seguir apelando a la fidelidad del conocimiento que supo transmitir a las masas con respecto, esta vez, a la sacrificada salida que exige la crisis. Supongo que por el camino irán quedando varios principios de su inmaculado libertarismo para acomodarse a los valores muy apreciados en todo gobierno: estabilidad y gobernabilidad, lo que en esencia significa saber transigir, lo cual no necesariamente implica “transar” y menos aún hacer un “trato apuá”.