Una cuestión de tiempo solamente

Con marcada ironía y una expresión entre enojo y perplejidad en el rostro, el señor al volante del automóvil se dirigió a sus sobrinos que lo acompañaban, y señalando con un gesto de la cabeza a una motocicleta que se estaba cruzando frente a ellos en una maniobra muy arriesgada sentenció “Chocar contra una moto es solamente cuestión de tiempo”. Mientras tanto, el biciclo que transportaba a toda una familia llegó hasta el semáforo en rojo y giró a la derecha, continuando su camino como si aquello fuese lo más normal del mundo.

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Este tipo de situaciones, de tan normalizadas en nuestro tránsito, como que ya pasan casi desapercibidas, y no ofenden ni indignan a nadie. Es más, incluso hay ocasiones en que el reclamo airado y justo acompañado por algún bocinazo de alguien hasta genera sonrisas burlonas de otros conductores y rechiflas por parte de la gente que, en grupos cada vez más numerosos -de distintas formas- se ganan la vida en los semáforos.

El señor prosiguió con la enseñanza de vida, dura y directa, mientras sus jóvenes pasajeros iban paulatinamente cobrando conciencia de la brutal verdad de lo que les ponía por delante al repetirles “Al conducir, tomen todas las precauciones posibles, no manejen innecesariamente rápido y eviten cualquier riesgo. Tengan presente que, aun así, en este país es solamente cuestión de tiempo para chocar contra una moto”.

Podrían parecer palabras demasiado duras, o quizás muy chocantes hacia los jóvenes que le miraban y escuchaban fijamente, pero sabían que el tío no hablaba por hablar. Lo estaba haciendo por experiencia propia, como víctima y victimario de un accidente en el que, debido a la inexperiencia de un joven que conducía sin registro ni casco, tuvo la calidad humana y decencia de hacerse cargo de todos los gastos médicos del accidentado, además de llevar encima por varios meses una causa penal incómoda e injusta, que impulsaron algunos parientes de la víctima con asesoramiento de gente inescrupulosa, de la que solo cabe suponer que se dedican exclusivamente a casos similares.

Situaciones así se generan todos los días y el problema va en aumento: Desde el inicio del auge de las motos ensambladas en el país, que cuentan con el fomento desde el mismo Gobierno con beneficios fiscales que lo convierten en un negocio muy lucrativo, nuestro de por sí complicado tráfico se vio acogotado con la presencia de miles de estas unidades. Aunque se niegue y desde la misma prensa exista un silencio cómplice, la realidad es que estas motos están muy lejos de cumplir con los estándares de calidad mínimos exigidos internacionalmente. La calidad es muy inferior a las que se fabrican en el Brasil o la Argentina, al punto que accesorios básicos como retrovisores, luces de freno y señaleros dejan de funcionar al poco tiempo de haber empezado a rodar, solo por citar algunos aspectos.

La oferta de modelos es enorme, al igual que el despliegue de publicidad. Así, con los planes de venta, bajos precios a través de la modalidad de cuotas y sin entrega, se convierten en productos demasiado accesibles a un gran sector de usuarios del deficitario e insuficiente sistema de transporte público, y de esta forma se origina un nuevo remiendo a un problema de larguísima data. Lo que se dice, un clavo saca a otro clavo, sin llegar a ser la solución que queremos ni necesitamos.

Todo este esquema, hasta aquí ya sumamente preocupante, adquiere a partir de este momento ribetes de otra dimensión: Por un lado, la mayor parte de las personas que adquieren estas unidades no están insertas al esquema financiero formalmente, de este modo y sin entender muy bien cómo funciona el sistema de pago de cuotas y sus correspondientes intereses, al dejar de abonar las mismas por el motivo que sea, estos nuevos “felices propietarios” pasan muy pronto a convertirse en morosos graves, ingresando ahora sí de este modo al sistema financiero… pero por la puerta trasera.

A todo lo que conlleva la espiral de deudas que se generan a partir de esto, se suma la inconsciencia (del conductor y de todos los demás actores involucrados), de esta nueva unidad que pasa a engrosar el caótico tránsito en las calles y rutas. Unidades técnicamente inviables, adquiridas en forma precaria y que, por añadidura, son conducidas en muchas ocasiones en forma imprudente por personas que, básicamente, no recibieron un entrenamiento para hacerlo.

Sin duda, el problema es muchísimo más complejo y requiere de un análisis minucioso, no obstante, creemos que estos pocos párrafos resumen, a grandes rasgos, parte de los problemas que suscitan la infinidad de accidentes en los que están involucradas las motos y en los que, en el mejor de los casos, se dan solamente daños materiales. Así es que, de hecho, aunque se entienda la indignación de este señor cuando ve pasar a centímetros de su vehículo a toda una familia sobre una moto, hay que comprender igualmente que esa ya es solamente la consecuencia de toda una cadena de irresponsabilidades.

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