Kakistocracia

De un tiempo a este la sociedad paraguaya, tibia como nunca, ha visto cómo los peores se instalan en la administración del Estado, en todas sus áreas, en todas las instituciones y reparticiones que lo forman. Los mediocres han tomado por asalto el poder. No hay poder que se salve.

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La Kakistocracia, del griego Kakistos, peor, el gobierno de los peores, de los más ineptos y cínicos se ha enseñoreado del Estado. Ciertamente los peores ocupan los cargos más altos tendiendo por regla general a ser venales, abusivos e incompetentes en su conducta oficial y con frecuencia se revelan como disolutos –a veces atroces– en su vida personal.

La Constitución Paraguaya garantiza a todo ciudadano el acceso a las funciones públicas no electivas sin más requisito que la idoneidad. Ahora bien, ¿Qué pasa con quienes elegimos? ¿Muestran con su actuar idoneidad al cargo para el que fueron electos? La respuesta es no.

Es sumamente desalentador darse cuenta de que nuestra clase política sea tan corrupta e inepta y haga mano de la tiranía de la mayoría circunstancial. La administración del Estado la han tomado políticos y seudorepresentantes mediocres, sin preparación, sin capacidades profesionales específicas, sin cualificaciones sobresalientes. Está llena de aquellos que lucran de sus garantías y ventajas. De aquellos que destruyen elementos, valores y normas esenciales. De aquellos que niegan los límites y alcances reguladores del Derecho, la Constitución y las leyes. De quienes violan de forma reiterada la ley y su consecuente neutralización de la justicia. De quienes desacreditan las instituciones y promueven su demolición.

El caso de ciertos miembros del Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados, políticos ambos, y la bochornosa intención de despojar tierras al Estado, a todos nosotros, porque todos somos partes del Estado, por un grupo de políticos, por citar, es prueba irrefutable de cuanto se dice. Estamos en presencia de una autoridad corrompida. No exigimos la excelencia, se opta lamentablemente por la más absoluta mediocridad, por líderes mediocres, por el mal gusto, la zafiedad, la retórica incendiaria, el insulto gratuito.

Todas las formas corrosivas de la degeneración desfilan en ese calidoscopio.

Si queremos que la democracia sobreviva a la mediocridad, tenemos que intervenir.

aamonta@gmail.com

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