Hoy nos enseña una parábola del perdón, delante de la pregunta de Pedro: “Señor, ¿cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me haga? ¿Hasta siete veces?”
El Maestro narra el caso del rey que perdonó a uno que le debía, digamos, cien mil millones de dólares y este, sin embargo, no quiso perdonar a su compañero, que le debía cien dólares.
El monarca se pone indignado contra la dureza de corazón del que sabe pedir perdón, pero no sabe perdonar. Y notemos que los montos son asustadoramente diferentes.
Con esto, Jesús quiere enseñarnos que lo tanto que nosotros ofendemos a Dios es el equivalente a cien mil millones de dólares, en cuanto los agravios que hacemos entre nosotros es como que de cien dólares.
Sin embargo, perdonar no es tarea fácil, pues hay heridas que duelen en el hondo del alma y dejan cicatrices preocupantes.
Además, hemos de comprender que perdonar es un proceso, que se va dando con el paso del tiempo y de ciertas actitudes de nobleza. Solamente el sencillo paso de los días y de los años no asegura el perdón: hay que tomar oportunas iniciativas para conseguirlo.
Sabemos que la naturaleza no da saltos, por ello, a veces, es un desarrollo demorado, pero se consigue mucho si hay humildad, confianza en Dios y algunos gestos de liberación.
Un aspecto fundamental del perdón es no pensar demasiado en la amarga humillación padecida, y tratar de liberarse a sí mismo de esta carga emocional negativa.
Consideremos también que la reconciliación con Dios es el fundamento de la reconciliación y de la concordia humana, y para lograr el perdón entre nosotros, hemos de acudir al Sacramento de la Reconciliación: ¿cuándo fue la última vez que usted se confesó?
Asimismo, el libro del Eclesiástico (cap. 27) da sabias indicaciones: “Perdona el agravio a tu prójimo y entonces, cuando ores, serán absueltos tus pecados”.
Y sigue: “Si un hombre mantiene su enojo contra otro, ¿cómo pretende que el Señor lo sane? Piensa en la Alianza del Altísimo, y pasa por alto la ofensa”.
Hay una íntima unión entre perdonar las ignominias sufridas y ser sanado de los males, tanto físicos como emocionales.
Si usted tiene algo en contra de alguien, llame por teléfono, dígale algo provechoso, como gesto de amabilidad y autosuperación.
Paz y bien.