Hay que reconocer que la Intendencia municipal hizo un gran esfuerzo en busca de soluciones. Conviene recordar la hermética negativa de la Junta Municipal del periodo anterior en aprobar un llamado a licitación para la prestación del servicio.
Finalmente, cuando una parcialmente renovada Junta dio luz verde al llamado a licitación, tampoco se pudo llegar a hacer tabla rasa con el actual modelo de servicio. Causalmente, hace exactamente un año, la Municipalidad anunciaba que por falta de oferentes se declaraba desierto el llamado.
El servicio de transporte urbano de Encarnación sigue siendo un garrote que golpea cotidianamente al ciudadano de a pie. Y aunque –es justo reconocer– se vio cierta mejoría con la introducción de algunas unidades recicladas en estado bastante aceptable, abundan los colectivos chatarra y siguen los mismos problemas de incumplimiento de horarios, falta de transporte en horario nocturno, ausencia de servicio los fines de semana, incumplimiento de itinerarios.
Quien sufre las consecuencias es el pueblo de a pie. Ese trabajador que debe llegar a hora a su puesto de trabajo; aquel estudiante a su centro de enseñanza; el vecino de un barrio cualquiera, que un fin de semana no puede asistir a algún evento cultural o social por falta de transporte, y los que trabajan o estudian en horario nocturno, que sufren el drama de cómo volver a sus casas.
Esta cuestión del transporte urbano es ciertamente un problema complejo, no exento de un entrecruce de intereses económicos y políticos de actores que apuestan al fracaso de la actual administración comunal en un tema muy sensible para la ciudadanía.
Pero la población espera respuestas de sus autoridades, y la peor opción es “declarar so’o” el asunto.