Punto de quiebre

El asesinato en extrañas circunstancias de un colono menonita, ocurrido en la noche del jueves 6 de julio, en Filadelfia, departamento de Boquerón, va mucho más allá de lo ocurrido.

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En el hecho, se presentó un autor confeso, quien declaró ser el único responsable de la macabra muerte de Sieghard Epp, de 69 años de edad. El detalle llamativo del crimen es que fue efectuado con un hacha.

El cuerpo del occiso fue descubierto dos días después del crimen y la investigación del caso develó una maraña de intrigas, con más preguntas que respuestas.

La Policía Nacional logró destacar al detener a los sospechosos en pocas horas y luego al autor de tan solo 19 años.

¿Qué llevó al joven a actuar con tanta saña contra el colono menonita? Bueno, él no lo dijo, pero dejó entrever que el fallecido “le debía”.

No es ningún secreto que Filadelfia (como otras ciudades del Chaco Central) en las noches es tomada por dos situaciones: drogas y prostitución. Las jóvenes dedicadas a este oficio tienen una muy amplia cartera de clientes que incluye a todas las culturas de la zona, y no están solas, sino que tienen siempre un intermediario.

Por más de que el enfoque fuertemente cristocéntrico de la ciudad muchas veces cierre los ojos ante esas actividades, lo cierto es que es un trato floreciente de oferta y demanda. ¿El fallecido usufructuaba esos servicios y algo salió mal? Es una fuerte hipótesis, atendiendo a la investigación hecha tras la detención de los primeros tres sospechosos, quienes, entre otras cosas, se pudo saber que son habituales consumidores de drogas; drogas que circulan desde hace tiempo en todos los barrios de Filadelfia.

Los prejuicios también escuecen tras el asesinato. Muchos dicen que “el fallecido se involucró con indígenas y latinos” y por eso terminó así, entre otros cientos de comentarios maliciosos que dividen a la comunidad. Lo cierto es que el vicio y los malos hábitos no son exclusivos y afectan a todas las culturas, al “latino” al menonita, al extranjero y al indígena, simplemente porque los obtiene quien puede pagar, pero que la ecuación sea simple no significa que todos la entiendan.

Situaciones como estas, vistas desde el prejuicio racial, colocan la tensa paz social bajo el punto de quiebre en el que “todos estamos en contra de todos”. Ojalá que el repetitivo discurso de unidad, de amor entre las razas y demás sean suficientes para aliviar la roncha que causa que un menonita muera a manos de un latino (o mestizo).

natalia.ortiz@abc.com.py

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