El gobierno era liberal, pero ilustres colorados ocuparon cargos principales en el manejo de la logística en retaguardia con una honestidad admirable.
El 5 de mayo de 1931 arribaban a Asunción los cañoneros Paraguay y Humaitá, construidos en Italia por orden del gobierno de Eligio Ayala bajo la dirección de su propio diseñador, capitán José Bozzano. Habían partido de Génova el 19 de abril. Eran los buques fluviales de guerra entonces más modernos del mundo, según los señores del mar, los ingleses. Y diseñados por un paraguayo.
El viaje a Asunción comenzó con un blooper en Gibraltar. El teniente Rufino Martínez había comunicado al jefe de la flota inglesa del Mediterráneo la llegada de una flotilla paraguaya. Pero equivocó los términos y anunció una visita oficial.
Los ingleses, solemnes como eran, hicieron un despliegue imponente para recibir dicha visita. Un cerrado protocolo con formación de buques pesados, cruceros de batalla, cruceros livianos y destroyers.
La tripulación inglesa formó en cubierta. En los buques paraguayos no había tripulación preparada para retribuir los honores.
En la lancha del Humaitá, Bozzano, Martínez, el piloto Runcini (italiano, quien tenía un traje naval) y el foguista Antola (también italiano, luciendo una chomba), llegaron a bordo del Renown, el buque insignia inglés, donde fueron recibidos por un capitán de Fragata uniformado de gala y con sable en mano.
En medio de esa situación incómoda para los paraguayos ante el despliegue, apareció un oficial británico con un ejemplar de la Jane’s Fighting Ships, la célebre publicación anual con información sobre los navíos de guerra del mundo ordenados por nación, incluyendo los nombres, dimensiones y armamento. En el libro figuraba todo sobre los dos cañoneros paraguayos recién fabricados. Señalando la publicación con el índice de la mano derecha, el comandante de la flota inglesa de Gibraltar lanzó una expresión admirativa: “El Paraguay posee dos cañoneros modernísimos. Por su calado y autonomía son actualmente los mejores y más potentes de todo el mundo fluvial. Tienen una potencia de fuego superior a la de nuestros destroyers leaders”.
Con ellos en el río Paraguay, Bolivia jamás se atrevería a bombardear Asunción.
Hoy estamos en otra guerra: contra la pobreza, el hambre, el analfabetismo, la corrupción, el egoísmo, la codicia, la impunidad de los sinvergüenzas. Tenemos un país con recursos dilapidados esperando un gobierno que encauce las posibilidades de despegue. Necesitamos hombres eficaces y honestos, como en aquel tiempo de guerra, que solo piensen en la patria.
La mera satisfacción de caprichos sectoriales nos llevará a una derrota general trágica. Y el mayor sufrimiento lo soportará el cada vez más empobrecido pueblo de a pie.
Se trata, esencialmente, de honestidad. ¿Es pedir demasiado?