Aunque la ANR logró en justa electoral tener mayoría propia en ambas cámaras del Congreso, eso no significa que Santiago Peña asegure una cómoda gobernabilidad.
Según todo indica, se repetirá ahora el acuerdo del periodo que termina entre la ahora disidencia colorada (Fuerza Republicana-Añetete) y sectores de la oposición para controlar el Senado. En Cámara Baja, los disidentes también apuntan a tener una bancada aparte, al menos para negociar con el cartismo desde una posición de fuerza.
Los colorados disidentes asumirán en el Senado una postura defensiva ante un posible intento de copamiento total por parte del cartismo.
Las bancadas de oposición, en minoría, casi no tienen más alternativa que tejer acuerdos con los colorados no cartistas, para poder ejercer una oposición que no sea simplemente testimonial
El Ejecutivo, en posesión de “la lapicera”, tiene gran poder de convencimiento sobre los dirigentes de su partido que tienen cientos de familiares, amigos y operadores en cargos públicos. Esto hará que se quiebren algunas lealtades como, según afirman desde la disidencia, ocurre con el diputado y senador electo Colym Soroka, que necesita de la cercanía del poder para conservar privilegios.
Sin embargo, varios parlamentarios colorados evitarán unirse inmediatamente al oficialismo antes de ver adónde apunta, además de guardar una prudente distancia, por si desde el Norte viene alguna nueva señal que descoloque aún más al cartismo.
Hasta ahora, Santiago Peña da señales ambiguas sobre cómo se manejará en el poder. En los discursos que viene haciendo, se declara institucionalista, pero no tuvo empacho en romper el protocolo en la ceremonia de proclamación de candidaturas, saludando en primer lugar a Horacio Cartes, presidente de la ANR, antes que a los presidentes del Congreso y la Corte Suprema, como correspondía.
Si lo hizo adrede, como un desafío, es una señal de que no le importa que todos crean que no será él quien mande. Si lo hizo espontáneamente, es mucho peor, porque significa que asume con automatismo su papel de segundón. En todo caso, no fue una señal positiva para su figura presidencial.
Algunos curtidos dirigentes colorados vaticinan que, en su primera etapa de gobierno, Santiago Peña permitirá la intromisión de Cartes en las decisiones, pero que más temprano que tarde, deberá despegarse si no quiere correr el riesgo de estrellarse muy pronto.
En realidad, tanto de parte de los colorados como de la oposición y gran parte de la ciudadanía existe una gran expectativa por ver qué hará Peña en el ejercicio del poder.
Hay quienes creen que su formación, sus conocimientos de economía, su no contaminación con los vicios de los políticos tradicionales, lo ayudarán a hacer un buen gobierno. En el otro extremo, varios consideran que su inexperiencia en la “realpolítik”, la carencia de parlamentarios que le respondan a él y su dependencia de Cartes, son el augurio de un rápido desgobierno.
Tal vez muy pronto se vea si es capaz de superar sus condicionamientos para durar en el cargo.