Erico, un crack digno de la mayor devoción

Erico es un crack. Sin duda. Tiene la ovación de su hinchada. Es un intocable. Le llaman el saltarín rojo: con su sempiterna vestimenta colorada salta sobre cualquier obstáculo que quisiera detener su marcha. Es imparable. Resulta difícil competir con su habilidad y con la gran riqueza que luce en el botín. Es botín de oro. Todo lo que tiene es parte de un gran botín. Erico, el Diablo Rojo de Capiatá, es un crack.

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Erico despertó achicharradas pasiones en estos días. Para hablar de él se han reunido circunspectos analistas de la rancia academia y delirantes prototipos de la desquiciada opinología. Los tertulianos, diría el escritor español Javier Cercas cuando se refiere a quienes tienen respuestas para todo, aunque no sepan de nada.

Cómo no admirar a Erico, jugador de grandes ligas que de taquito puede transferir US$ 2.250.000 a su líder, sin despeinarse. Una jugada sencilla. El referi ni se ocupó de la misma. El VAR decidió no parar el partido. Zoncera. ¡Siga, siga!

Si Almirón y Enciso brillan en la Premier, Erico triunfa aquí. No necesita ir al exterior. Menos ahora, cuando después del operativo A Ultranza, en vez de El Saltarín Rojo, puede llegar a ser El Saltarín Naranja.

Una de sus maniobras de temible artillero fue lo de la mansión Aqua Village que vendió por un millón de dólares. Una jugada del montón. Tanto que ni recordaba a quién se la había vendido. Lo de que dicha mansión no figurara en sus declaraciones juradas, era apenas un foul táctico.

“Yo no me beneficié con alguna plata con estas omisiones, no le jodí al Estado, la ley dice que cuando se omite algo en una declaración jurada no es delito desde el momento que yo puedo rectificar”, declaró Erico en conferencia de prensa tras el partido. Con razón se dice que cuando él nació, se rompió el molde. Aunque, para mí, los Erico se pueden reproducir con colorado honor mediante inteligencia artificial.

Como todo armador de grandes jugadas, Erico tenía un número 10 que le surtía de pelotas: un tal Marset. Ese está con tarjeta roja.

¿Messi? Naaaa. Erico hay uno solo. En 6 años, 17 créditos por un total de 40.817 millones. Se ríe del jeque del PSG.

Ahora los adversarios quieren frenar su juego. No podrán. Es un superdotado con la primera doble inmunidad en nuestra historia parlamentaria. Además, con el quetejedi que le protege no vende precisamente humo. Es decir, venden un producto que produce humo, y encima la taquilla es millonaria. Como para que árbitros, VAR y todos los controladores, hasta el público, se sientan tentados a mirar para otro lado.

Peña le exigió fair play. Erico no le pasó la pelota. Lo ignoró olímpicamente. Es que él es el crack, el que decide la jugada. El pobre don Santiago es apenas el presidente electo que todavía tendrá que aprender las reglas del juego que juega el Diablo Rojo de Capiatá.

nerifarina@gmail.com

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