Mayo Francés karape

“Seamos realistas, pidamos lo imposible” es la frase más conocida -y trillada- del Mayo Francés. Hace 55 años que ocurrió esa serie de manifestaciones que hasta ahora continuamos usando de referencia para animar a los oprimidos a que salgan a las calles para hacer sentir la bronca, producto del orden establecido. Esta vez la intención es instrumentar el Mayo Francés para compartir una opinión sobre las protestas que observamos en nuestro país desde que se inició el mes, coincidentemente como en la Francia de 1968.

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No tengo ningún interés en analizar si las denuncias de fraude en las generales cuentan con evidencia contundentes y/o argumentos sólidos, presentados por la Concertación o Cruzada Nacional. Opino que el relato construido sobre la fortaleza del sistema electoral está sobreestimado. Yendo al punto, esas denuncias de fraude nos demostraron una capacidad de movilización que asumo que ninguna persona aficionada de la política esperaba ver.

Existe un lugar común argel en el que todos caemos cuando aparecen personajes como “Payo”, junto a movilizaciones espontáneas -porque sí, fueron espontáneas-, que sostiene que el fenómeno representa una síntesis del “hartazgo” que tiene el paraguayo hacia la “clase política”. La afirmación tiene algo de verdad, aunque se hace imprecisa, hasta incompleta y reiteradas veces se ha comprobado que es insuficiente. Y esto no tiene que ver con “Payo” ni Cruzada Nacional, que organizan rabia y lo hacen bien. La insuficiencia radica en que el hartazgo en realidad es una propuesta de caos, de desorden, de abandonar lo habitual e invitar a reflexionar sobre un país que funcione distinto.

En este texto no hay simpatías hacia Cubas, no se insta a ir a armar de vuelta carpas al costado del TSJE, donde hubo una represión desmedida que todos callan, por cierto, ni tampoco se banca la vergonzosa actuación de la oposición insistiendo la apertura del Sobre N° 4. Lo que se rescata es la aparición de manifestaciones de personas bastante comunes y corrientes que no tuvieron miedo de ajustarse a las formas aburridas que hace un tiempo caracterizaban a los “movimientos ciudadanos”. Decía el prefacio de Sartre en “Los Condenados de la Tierra” de Fanon: En el fuego del combate, todas las barreras interiores deben desaparecer, la impotencia burguesa de los negociantes y los compradores, el proletariado urbano, siempre privilegiado, el lumpen-proletariado en los barrios miserables, todos deben alinearse en la misma posición de las masas rurales, verdadera fuente del ejército colonial y revolucionario; en esas regiones cuyo desarrollo ha sido detenido deliberadamente por el colonialismo, el campesinado, cuando se rebela, aparece de inmediato como la clase radical: conoce la opresión al desnudo, la ha sufrido mucho más que los trabajadores de las ciudades y, para que no muera de hambre, se necesita nada menos que un desplome de todas las estructuras.

En las calles estuvieron desempleados, trabajadores precarizados, pequeños comerciantes, indígenas. El futuro será de ellos si encuentran una dirección política correcta, o de lo contrario, será otro episodio más de espontaneidad fracasada. Veremos qué pasa en cinco nuevos años de cartismo.

diego.diaz@abc.com.py

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