Primero, debió restablecerse lo básico, pues hasta lo básico negaban los dogmáticos: Los hechos, sólo los hechos y nada más que los hechos, deben prevalecer en los razonamientos que buscan llegar a conclusiones sobre cualquier cosa, pero sobre todo las que nos afectan a todos.
Los dogmáticos, desde san Agustín en adelante, habían reemplazado los hechos con sus creencias. Santo Tomás usó la lógica aristotélica para, usando premisas fácticamente falsas, llegar a conclusiones lógicamente “correctas”.
Segundo, debió insistirse en la experimentación y la prueba para generar hechos que respaldaran o desecharan creencias, pues los dogmáticos reemplazaron la comprobación con el “argumento de autoridad” para impedir el cotejo de sus dogmas con la realidad.
Y así, hasta que el mundo se liberó de tanto absurdo y logró reiniciar su camino al progreso humano.
Lo anterior viene a cuento del cuestionamiento planteado por Rubén Ocampo, Emilio Camacho y Luis Fretes a las pasadas elecciones generales.
Toda la argumentación que presentaron en su acción de inconstitucionalidad para intentar abrir el “sobre 4″ se articula sobre una mera creencia, sin respaldo fáctico ninguno, un dogma en el más estricto sentido técnico de la palabra, y sobre una pretensión autoritaria, consistente en todo con el espíritu represivo de la inquisición cristiana.
Esas tres personas y los nazis a los que secundan “creen” que hubo fraude, pero sólo hubo 126 mesas reclamadas en las elecciones del 30 de abril. Esa “creencia” les llegó después, después, luego, de enterarse de la catastrófica derrota electoral que sufrieron y nunca antes durante los cuatro años y tres elecciones pasados desde la promulgación de la ley de máquinas de votación.
Esa “creencia” se contrapone a los resultados del TREP de la Concertación revelados por Rafael Filizzola, que fueron coincidentes con los del TREP nacional; se contrapone al testimonio constante y uniforme de los apoderados y veedores de la Concertación y del PLRA; se contrapone a lo que testimoniaron quienes observaron las elecciones; se contrapone a dos años de rigurosos controles sin precedentes en la historia electoral del Paraguay.
Celeste Amarilla lo admitió expresamente el pasado jueves en ABCTV: “Tengo presunciones, no pruebas”, sobre el supuesto fraude electoral.
Y con el fin de mantener viva su “creencia” sin fundamentos fácticos, su dogma, piden destruir el “principio de legalidad” que es la base de la democracia en el mundo mediante una “interpretación extensiva” de las leyes, propia y característica de los regímenes fascistas, que obligaría a los jueces a legislar, destruyendo la seguridad jurídica y el Estado de Derecho.
Como todo dogmático, los tres aludidos piden que las “pruebas” se ajusten a su dogma, sin que ningún hecho previo lo avale.
Todo para culpar a otros de la derrota que sufrieron y para no mirarse al espejo.