De un lado los conformes con sus blandos cargos públicos, los eternos planilleros y beneficiarios en general de un modelo de hacer política cuyo resultado tenemos a la vista, quienes buscarán mantener ese estado de cosas y sus privilegios para seguir “estando mejor”. Del otro, quienes buscarán instalar sus reales en los espacios de poder, algunos para “ascender” a ese mundo privativo para el común de los mortales, otros con genuina intención y la esperanza de que ese acto individual de depositar el voto contribuya a construir una nueva senda que nos ayude a salir del empantanamiento.
También irán los arreados por el hambre y la ignorancia. Camiones con víveres desplegados para el “día D”, denunciados por la ciudadanía, son prueba de una vergonzosa “estrategia” eleccionaria de políticos de malas artes, mercaderes de las necesidades del pueblo.
Con todo, estas elecciones son una oportunidad para que los paraguayos avancemos en la construcción de la sociedad que soñamos. Para ello debemos ejercer este derecho y obligación ciudadana con un gran sentido de compromiso, desprovisto de fanatismos, convencidos de que esa sociedad es producto de una construcción colectiva.
En Itapúa, además de los cargos nacionales de presidente y senador, elegiremos un gobernador, 21 concejales departamentales, y seis diputados. Algunos de ellos con la aviesa intención de reincidir en cargos de representación ciudadana, donde no se destacaron precisamente por su esfuerzo en favor del pueblo y en la construcción de una sociedad más democrática y justa. Es imperioso que ejerzamos la memoria en el cuarto oscuro.
Un departamento de graves contrastes espera respuestas de los líderes que surgirán de estas elecciones. Pobreza rampante en uno de los departamentos más ricos del país. Una salud pública con establecimientos sanitarios antesala de la muerte debido a su precariedad de medios. Donde ciudadanos salen a mendigar salud en el vecino país, mujeres ribereñas que cruzan el río Paraná para dar a luz en hospitales argentinos.
Un departamento donde el narcotráfico, y su secuela de violencia, inseguridad y miedo vino para quedarse, con la complicidad y en algunos casos, de las mismas autoridades. Donde el contrabando hormiga se convierte en un medio “normal” de subsistencia. Un departamento al que se destinan ingentes recursos para “programas” de desarrollo campesino que se diluyen en los bolsillos de políticos oportunistas.
Hoy puede ser un gran día. Hagamos uso de nuestro derecho a elegir con responsabilidad, ejercicio de memoria y compromiso con el futuro que queremos construir.