Al parecer, los múltiples atropellos tuvieron lugar en la Arquidiócesis de Baltimore desde los años cuarenta del pasado siglo hasta nuestros días y las edades de las víctimas comprenden desde la infancia hasta la adolescencia. Hay testimonios de sacerdotes que llegaron a abusar de un centenar de menores a lo largo de décadas y las denuncias de más abusos siguen llegando, poniendo al descubierto una pavorosa trama de encubrimiento por parte de la Iglesia.
Una vez más, tal y como se descubrió a raíz de la formidable investigación que el Boston Globe publicó en 2002 sobre los abusos sexuales en la Arquidiócesis de Boston, la práctica habitual ha sido la de ocultar los abusos cometidos en el seno de la Iglesia, limitándose, en la mayoría de los casos, a trasladar a los sacerdotes implicados a otras parroquias, hacer la vista gorda y obstruir las pesquisas.
Justo cuando han salido a la luz nuevos detalles que salpican nuevamente a la jerarquía de la Iglesia católica en Estados Unidos, el diario español El País publicaba más información sobre los presuntos delitos sexuales cometidos por José Luis Martín Vigil, un cura ya fallecido que en las décadas de los sesenta y setenta se convirtió en un autor de moda con novelas dirigidas a lectores juveniles.
Recuerdo uno de sus libros más famosos, La Vida sale al encuentro, en el que abordaba temas como el despertar sexual en la adolescencia. Martín Vigil proyectaba una imagen de clérigo aperturista en la etapa final del franquismo. Con destreza, supo atraer a un público joven ávido de respuestas.
Ahora se sabe que este jesuita fue apartado de la orden por supuestos abusos sexuales, pero nunca fue despojado de los hábitos ni la Iglesia se pronunció al respecto. Por medio de una serie de investigación que El País inició en 2018, presuntas víctimas del popular autor han relatado sus oscuras maniobras para manipular a jóvenes que se le acercaban tras leer sus libros.
La Iglesia católica de España admite haber recibido los testimonios de al menos 700 víctimas de abusos sexuales cometidos por clérigos que datan de 1945 en adelante.
Sin duda, los escándalos de índole sexual que plagan a la Iglesia católica tienen una repercusión internacional porque las denuncias surgen en distintas partes del mundo. Por ejemplo, hace unos años la Iglesia tuvo que enfrentarse a las denuncias hechas por monjas en África, en las que afirmaron ser víctimas de violaciones por parte de sacerdotes a los que servían. Lo cual nos lleva precisamente a las medidas tomadas recientemente por el Papa Francisco, quien ha establecido que los abusos sexuales en la Iglesia no se limitan a los cometidos contra menores, sino también a adultos que, por diversas circunstancias, han sido víctimas de “curas pederastas”.
Ha sido el actual Papa quien ha afrontado este persistente problema en el mundo eclesiástico con más voluntad de enmienda y aceptación que sus predecesores. De Juan Pablo II se ha ido conociendo más sobre su negativa a darle la cara a las numerosas denuncias de abusos sexuales. Fue un pontífice comprometido con la lucha contra el comunismo (lo había sufrido en carne propia en su Polonia natal), pero no se mostró solidario a la hora de combatir el “pecado” que muchos sacerdotes estaban cometiendo contra menores en sus parroquias, haciendo uso de su poder y autoridad. Una investigación periodística y un documental recientes exponen el presunto encubrimiento por parte de Wojtyla de repetidos abusos sexuales en la Arquidiócesis de Cracovia cuando este era cardenal de esta institución. En cuanto a su sucesor, Benedicto XVI, tampoco se libró de las sombras y sobre él también pesaron sospechas de encubrimiento cuando era cardenal en Munich. Sin embargo, la fiscalía de esta ciudad acabó por archivar la investigación contra el recientemente fallecido Papa por falta de evidencias.
Le toca al Papa Francisco encarar sin más rodeos y ocultaciones una espinosa cuestión que sacude los cimientos de la Iglesia católica. A estas alturas, el Vaticano no puede permitirse actuar al margen de la ley y con impunidad cuando su clero comete delitos y crímenes, sobre todo de índole sexual contra seres vulnerables. En el documental Amén, Francisco responde (Disney +), dirigido por Jordi Évole y Marius Sánchez, el pontífice dialoga abiertamente con una serie de jóvenes que le hace preguntas sobre el aborto, la inmigración, las identidades sexuales y, también, sobre los abusos sexuales en la Iglesia que él representa. Jorge Bergoglio afirma que los delitos sexuales en su Iglesia no deben prescribir. Ojalá que así sea y limpien con transparencia la Casa del Señor. Ya es hora. [©FIRMAS PRESS]
@ginamontaner