En un acto político, el presidenciable colorado, Santiago Peña, afirmó: “hay muchos correligionarios que no entienden, que creen que los cargos que tienen es porque son guapitos, porque tienen la pared llena de títulos. Está lleno de gente con títulos, pero los que llegan a los cargos, llegan gracias al Partido Colorado, y eso es lo que vamos a votar el 30 de abril”. Él mismo es un ejemplo: para ser ministro de Cartes renunció al Partido Liberal y se afilió al Colorado.
Con la misma intención de garantizar votos, el clan Zacarías (Javier Zacarías, Justo Zacarías y Rocío Abed) prometió a docentes de la Universidad Nacional del Este (UNE) aumentarles el salario, pero advirtieron que para eso la mayoría de los diputados y senadores deberán ser colorados.
En Villa Oliva amenazan a funcionarios municipales con represalias. Sí o sí sabrán quién votó por quién, dicen. Son maniobras usuales dentro del Partido Colorado, pero ahora suenan más desesperadas porque, si bien corre mucha plata, no tienen todo el dinero de elecciones pasadas. Además, muchos dirigentes importantes están haciendo “brazos caídos”.
La coyuntura es única para la oposición, que no lo aprovecha. Sus candidatos tienen el ego demasiado alto como para ver que ningún voto, incluido el de colorados, será suficiente si no se unen. Al colmo llegan, que los postulantes al Legislativo no hacen campaña juntos por temor a “robarse” votos entre sí. Deberían mostrarse como posible opción de cambio, pero arrastran disputas tan arcaicas como los pensamientos de la mayoría de sus representantes. Una pena.
Abroquelados por miedo a perder el poder, la ventaja nuevamente la tienen los colorados.
Así las cosas, los jóvenes son la esperanza. Según el TSJE, el 20% del padrón tiene de 18 a 24 años; el 13% tiene de 25 a 29 años. Las personas de 18 a 39 años suman 2.612.262 electores, el 53,55% del padrón.
Se trata de una juventud a la que le asquea la corrupción y desconfía de lo que no es transparente. Pero incluso con el descreimiento que tiene -con mucha razón- hacia el sistema electoral, el ejercicio de la política y los gobernantes, su participación es clave. Cada uno de esos electores tiene la oportunidad de cambiar el curso de la historia paraguaya. ¿Será que pueden haber sorpresas el 30 de abril?