El primer resultado significativo fue el aparente fracaso de los intentos occidentales de “estrangular” la economía rusa mediante las ilegales medidas restrictivas unilaterales. Sin embargo, Rusia resistió. Fue posible estabilizar la situación reorientando los mercados. Hace un año, el 60% del comercio exterior ruso correspondía a los países del “Occidente colectivo” y el otro 40% procedía del resto del mundo. Ahora la participación de Occidente es del 35%, mientras que los países de Asia, África y América Latina representan el 65%, y esta proporción seguirá creciendo. En 2023, según la previsión del FMI, el PIB de nuestro país crecerá un 0,3%. En comparación, uno de los principales promotores de las sanciones, para el Reino Unido, el FMI prevé una caída del -0,5% del PIB este año. Se hizo evidente que las sanciones occidentales ilegales afectan tanto a los países que las imponen como a toda la economía mundial en su conjunto, especialmente los mercados de energía y alimentos.
Al mismo tiempo, es importante recordar que los 49 países que han impuesto sanciones contra Rusia representan solo el 15% de la población mundial. La mayoría de los países del mundo, en su mayoría países en desarrollo, incluido el Paraguay, se negaron a convertirse en cómplices de Occidente en esta “cruzada” contra Rusia.
Desde un punto de vista militar, Rusia ha logrado avanzar en la desmilitarización de Ucrania, cuyas fuerzas armadas ahora se sustentan únicamente con el suministro apresurado de armas de los países de la OTAN. Al mismo tiempo, los países de la OTAN prácticamente han agotado el arsenal de armas y municiones para suministrar a las FF.AA. de Ucrania. La situación se vuelve peligrosa, acercándose al punto en el que, sin la participación directa de las fuerzas armadas de la OTAN en el conflicto, Ucrania empieza a perder. Sin embargo, en este caso la implicación directa de las tropas de la OTAN equivaldría al inicio de la Tercera Guerra Mundial: parece que al escalar constantemente el conflicto, Occidente se ha metido a sí mismo en una “trampa” estratégica.
Una de las lecciones más importantes de la crisis ucraniana es la verdadera actitud de los países occidentales hacia el derecho internacional. Al observar las acciones de Occidente desde febrero de 2022, hay que constatar que el derecho internacional apenas se respeta. Al mismo tiempo, Occidente intenta sustituir el derecho internacional por un “orden basado en reglas”. La diferencia entre ambos es fundamental. Mientras que el sistema de derecho internacional fue creado por consenso de toda la comunidad internacional, las llamadas “reglas” se inventan en Washington y Bruselas, y cambian constantemente en función de sus intereses políticos.
Durante este año, los líderes del “Occidente colectivo” se han vuelto más francos y el mundo ha aprendido muchas cosas interesantes. Los exdirigentes alemana y francés Angela Merkel y François Hollande admitieron que los acuerdos de Minsk eran un fraude absoluto y constataron que nadie iba a implementarlos. En otras palabras, en un principio Occidente no tenía previsto buscar vías pacíficas para resolver la crisis ucraniana y pretendía obligar a Rusia a defenderse utilizando la fuerza.
La tercera lección es que la Unión Europea, que aspiraba a ser un centro de poder independiente, fracasó y nunca tendrá éxito como tal. Los países de la UE, sin mucha resistencia, renunciaron a su soberanía, adaptando a las políticas dictadas por Washington.
El mundo ha cambiado y no volverá a ser el mismo. Sin embargo, Rusia nunca reconocerá la hegemonía de Washington y del “Occidente colectivo”. Al mismo tiempo, todavía quedan oportunidades para un compromiso y una solución diplomática al conflicto. Una variante de tal compromiso figuraba en los proyectos de tratados con los EE.UU. y la OTAN sobre las garantías de la seguridad de Rusia en Europa del 17 de diciembre de 2021, según los cuales se suponía que la infraestructura de la OTAN se retiraría a las fronteras de 1997 de este bloque militar. En esas condiciones sería posible seguir construyendo una cooperación pacífica y crear un sistema de seguridad colectiva en Europa basado en el principio de indivisibilidad de la seguridad prescrito en una serie de los documentos internacionales europeos.
Embajador de Rusia en Paraguay