Hasta el 13 de febrero, un día antes del “Día de los Enamorados”, diez mujeres habían sido víctimas de feminicidios en el país. El 2022 cerró con 47 casos, según el Centro de Documentación y Estudios (CDE). Son 4 mujeres muertas por mes.
Explicando la Ley 5.777/16, el Observatorio de las Mujeres define: “feminicidio es cuando una mujer es asesinada por su pareja, expareja o con quien haya mantenido una relación de noviazgo o afectividad en cualquier tiempo”.
Respondiendo al psiquiatra José Vera, el psicólogo Osvaldo González dijo, acertadamente, “los feminicidios nunca son el fruto del amor, son el fruto del machismo que enseña a los hombres que sus parejas o exparejas son objetos de su propiedad”.
Y, precisamente, vengo a hablar de propiedad y de libertad. Esta sociedad machista da por sentado el sometimiento de la mujer a los designios de un hombre. Ella es “su” mujer. Cuando él no logra “controlarle” la sociedad la denigra a ella y se burla de él. En una pareja él es un “lorito”, un “dominado” si se queda a cuidar a los chicos. Y se cuestiona que ella gane más que él, por ejemplo. La sociedad castiga toda vez que un hombre “pierde” poder sobre “su” mujer.
Entonces, en relaciones de sometimiento con violencia, cuando ella dice basta, me voy, él llega al extremo de asesinarla. ¿Por amor? No. Porque se reúsa a perder su poder sobre ella, que busca su libertad.
Por nacer mujeres, pretende la sociedad privarnos de nuestro libre albedrío, derecho fundamental de todo ser humano. Todo lo que hagamos por ser libres e independientes históricamente ha sido cuestionado. La inquisición quemó como brujas a quienes demostraban indicios de pensamiento, independencia y libertad. El derecho a estudiar, trabajar, a un salario equitativo, a votar, a salir a bailar solas, todo debió ser “conquistado”. Y aún hay mucho por conquistar.
Así, por un lado es de esperarse que el sistema judicial se deje de medias tintas y emita ejemplares condenas en casos de feminicidios. Pero, además, habrá de avanzar en la formación de mujeres tan libres como los hombres, no para pararse ahora ellas “encima” de nadie, sino para construir la sociedad equitativa que nos vienen negando hace tanto y de tal modo, que hasta nos cuesta la vida.