Es que solo puede ser definido como “asalto”, el modo en que se direcciona el dinero público en este país. Y se hace intencionalmente.
Durante el gobierno de Horacio Cartes -hoy designado por EE.UU. significativamente corrupto, con suspensiones económicas y acusado de tener vínculos con el Hezbolá-, el Ministerio de Salud cerró tres tratos con la empresa M&T, representada por Julio Mendoza.
La empresa debía construir una nueva sede para el Instituto Nacional de Alimentación y Nutrición (Inan) en Asunción, y un hogar de niños y otro para ancianos en Ciudad del Este. De 2013 a 2018, Salud Pública pagó por esas obras más de ¡US$ 2 millones!, pero, vaya novedad, el primer edificio fue abandonado a medias. Los otros dos quedaron en cimientos y el inmueble fue ocupado. O sea, ya ni se puede pensar en edificar allí.
Lejos de pelear por recuperarlo, ese dinero ya se está dando por perdido, justamente cuando pacientes con cáncer lamentan todos los días la falta de medicamentos oncológicos que podrían brindarles la posibilidad de tener un día más de vida.
El dinero pagado por las obras fantasma, ¿cuántos medicamentos son? A principios de este año faltaba Fulvestrant, que se usa para combatir el cáncer de mamas. Cuesta unos 248 dólares, según los pacientes. Con US$ 2 millones pudieron comprarse 8.064 cajas de este importante medicamento.
El otro ejemplo es Fepasa (Ferrocarriles del Paraguay SA), porque Paraguay no tiene ferrocarriles, pero sí una empresa que los administra. El presidente, Lauro Ramírez, tiene chofer, asistente, auxiliar y hasta un administrador propio. ¿Cuántos hogares de ancianos y de niños se construirían con los gastos que representa al Estado mantener una institución que actualmente no tiene ni un sentido?
Y es que realmente lo que hacen es un asalto. Sin asco, a plena luz del día y sin ninguna vergüenza. No les interesa más que salir bien forrados de la administración pública. Ojalá usen bien su dinero, no vayan a caer en desgracia y acaben en un precario hogar de ancianos; o terminen experimentando el profundo dolor e impotencia que causa la muerte de un ser querido por falta de medicamentos y de tratamientos contra el cáncer en el sistema público de salud.