Una estrategia que se conoce desde hace un largo tiempo en la historia, con mayor o menor éxito, y que aún hoy se aplica: divide y reinarás. La idea es dividir un grupo, o una población, en partes más pequeñas para promover enemistades entre ellos, explícitas u ocultas, y, a partir de estas chispas, avivar un fuego sin proporciones que termine por destruir el tejido social.
Durante los tiempos de Hitler, con su política de gobierno eugenésico, esta táctica fue fundamental para explicar el éxito en Alemania de más de una década de políticas de exterminio, que en su conjunto fue conocida como el Holocausto. Tenía a los judíos como objetivo principal y prioritario, con seis millones de personas asesinadas de las formas más brutales, aunque otros grupos como gitanos, comunistas, masones, eslavos, personas con discapacidad, personas LGBTQIAP+ también fueron socialmente excluidos, humillados y asesinados, elevando las cifras de asesinados a millones más. ¿Qué tenían en común? Que todos ellos eran considerados “indeseables” para el sistema.
Para que el exterminio tuviera éxito, la preparación ideológica fue el primer paso, propagando la muerte en vida, la cosificación de los seres humanos cuya existencia se banalizaba. Se instituyeron numerosas leyes y todo el aparato cultural alemán, desde el programa de estudios de las escuelas básicas hasta el cine, se volcó a la propagación de ideas racistas y prejuiciosas. A los “arios” se les enseñó a ignorar a otros grupos, a no considerarlos seres humanos. Desde 1933 hasta 1945, grupos paramilitares nazis y de la sociedad civil se movilizaron con ira y desprecio contra personas y grupos que eran identificados por tanto por niños y adultos como “nocivos para la sociedad”.
Las justificaciones de estas virulentas campañas de desprecio y desprestigio fueron reforzadas por ordenanzas y decretos impuestos por el gobierno totalitario nazi, bajo pena de violentos castigos para quienes fueran descubiertos ayudando a las víctimas. La empatía estaba prohibida bajo el terror instituido y legalizado propio de los totalitarismos.
Hoy en día, incluso en los países democráticos, otras formas de aniquilamiento basadas en las normas vigentes proliferan en la sociedad. Con las tecnologías digitales las campañas de desprestigio tienen terreno fértil, y cuentan con la ventaja de la velocidad de propagación. El daño psicológico de la tan renombrada “política de cancelación” es enorme, y la vemos incluso en los medios de comunicación en dirección a grupos sociales enteros que son “cancelados”.
Los extremos ideológicos tienden a separar a individuos, familias y grupos que, hasta hace poco tiempo, convivían uno al lado del otro a pesar de las diferencias de opinión. Pero la empatía es una necesidad humana, y por ello permanece el anhelo de relaciones de fraternidad. La contracara del desconocimiento y el prejuicio es la búsqueda del equilibrio interno y colectivo por parte de los afectados en el marco de la lucha por la supervivencia.
Antes de que este estado se agrave aún más y llegue a adquirir proporciones incontrolables, conviene rescatar el respeto a las diferencias, a la diversidad de opiniones, para no reproducir la reducción de personas y grupos a categorías en las que desaparecen las singularidades, dando paso a una masa tomada como uniforme y que debe ser destruida. El Holocausto ya nos ha mostrado las graves consecuencias de esta tendencia ideológica reduccionista. Es mejor luchar por lo que nos une, aquellas necesidades comunes por las que, como miembros de una misma especie, todos nos sentimos tocados.
Este es el propósito de la campaña #WeRemember, impulsada cada año por el Congreso Judío Latinoamericano y el Congreso Judío Mundial. Cada 27 de enero -Día Internacional de Conmemoración en Memoria de las Víctimas del Holocausto- esta iniciativa conecta a millones de personas en todo el mundo, en un gesto de respeto a la memoria de las víctimas de la Shoá. Y para que así, recordando, nos posicionamos firmemente contra el odio y digamos “no” a la barbarie que provoca el extremismo.
*Comisionada del Congreso Judío Latinoamericano para la Memoria de la Shoá