Como médico primero y como ser humano después, fue un acto de crueldad trasladar la responsabilidad del hecho en un momento tan sensible para la madre. Sensible en términos biológicos y ni qué decir emocionales.
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Antes que dar acompañamiento la primera reacción fue tirar culpas. Algo incomprensible viniendo de un profesional de la salud y más aún en la posición en que se encuentra. Este caso desnudó dos cuestiones: la desprotección en que se encuentran las mamás y sus recién nacidos.
Y la otra, echa sal y limón a la herida abierta que deja la mafia del rapto de bebés en hospitales públicos así como en la Cruz Roja Paraguaya. Casos con nombre y apellido de personas que hasta hoy siguen buscando a sus padres biológicos.
Como el caso de la usuaria @robogado93 quien expuso su calvario en redes sociales una vez que vio la publicación del robo de bebé en el San Pablo: “Fui a todos lados, y me encontré con gente que me decía ´¿para que querés saber si ya paso mucho tiempo? No te sirve de nada´. Y la realidad es que, si me sirve saber, para cerrar ese ciclo. Es horrible no saber quiénes fueron tus padres, hermanos, primos tu historia”.
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Con estos antecedentes, lo mínimo que deberían hacer las autoridades de los hospitales, el Ministerio de Salud Pública, Hacienda y el Congreso, es ocuparse para brindar la seguridad que se merecen las madres y sus bebés y no andar culpándoles de la ineficiencia estructural que se padece diariamente en los centros de atención pública.
En estos casos hay que asumir parte de la responsabilidad, tomar medidas e informar sobre ellas, colaborar con la investigación y aprovechar para instar a los organismos de decisión a otorgar presupuesto para cubrir lo que se necesita.
Ministerios sensibles como Salud y Educación no deberían tener recortes, porque el precio que paga la ciudadanía es demasiado alto para que solo se beneficien, cuando no, los manguruyuses de turno. ¡Ineptos!