O los actuales administradores de un deporte que ya dio varias alegrías al Paraguay corrigen el rumbo o podríamos quedar todavía más relegados en un contexto regional en el que otros dan pasos agigantados.
Los hechos de violencia acaecidos en el segundo partido de las finales entre Olimpia Kings y San José le han servido de excusa a Santiago Ochipinti y los suyos para seguir manejando la CPB como una cofradía cerrada, una mesa a la cual solo se sientan quienes rinden pleitesía a los actuales administradores. Esto quedó todavía más de manifiesto con los reclamos de la institución franjeada vía sendas notas.
Antes de seguir, en pos de que no quede duda alguna, habrá que aclarar que todo hecho de violencia que ensombrezca un deporte de familia como es el básquet debe ser condenado y los responsables deben asumir las consecuencias y ser expulsados de estos eventos. Sean del color que sean, sean del club que sean. Todos.
Ahora bien, lo cierto es que los días y semanas posteriores a estas finales han puesto de manifiesto no solo la crispación entre la actual administración de la CPB y algunos clubes competidores, sino también han dejado de manifiesto la improvisación con la que se maneja la institución.
Estamos entrando a la etapa final del año calendario, la temporada oficial del básquet 2022 llegó a su fin y la CPB no tiene definido siquiera calendario para las competencias del año que viene. Entre dindindones y sidras descorchadas, nos enteramos que la temporada 2023 del básquet paraguayo no tiene definido aún el reglamento o siquiera el número de equipos que formarán parte de la Liga de Primera División.
A estas alturas, Paraguay es la única liga de básquet que no tiene ni reglamento ni calendario definido de cara al 2023. Con este nivel de imprevisión, pretender inversión de parte de los equipos o convertir a nuestro básquet en un atractivo para eventuales sponsors se hace tarea prácticamente imposible.
Y acaso si esto no fuera ya lo suficientemente malo, todavía queda algo aún peor. Y es que el propio presidente de la CPB, Santiago Ochipinti, dijo en una entrevista con los colegas de la 1080 AM que ya estaba en discusión con un equipo sobre el reglamento del 2023.
A las desesperadas, uno de los gerentes de la misma institución tuvo que salir a decir que no había aún debate sobre el torneo del año que viene. Las dudas ya están instaladas. Este año, 12 equipos votaron el reglamento, solo se presentaron ocho a los torneos, pero fue esa docena la que impuso la prohibición de contratar extranjeros.
La negativa de contratar extranjeros empujó a que equipos locales se hagan fuerte a base de nacionalizaciones, afectando la competitividad del torneo casero y el nivel de la selección. Claro, porque por reglamento FIBA, un cuadro nacional solo puede tener un nacionalizado en plantilla.
El básquet paraguayo cerró la temporada sin que se disputara siquiera un solo partido oficial de la liga femenina de primera división. Esas mismas chicas que nos dieron doble medalla en Odesur y un campeonato sudamericano no tuvieron competencia en su casa.
Y para cerrar, el titular de la CPB no tuvo mayor empacho en mostrarse casi como un seccionalero más días atrás frente a uno de los peores intendentes de Asunción. Ochipinti anunció que habrá casa, sí, pero nos dejará sin nivel.