En Alto Paraguay, la compra de conciencia se da de manera escandalosa. Los dirigentes o punteros solo se ocupan de negociar el precio de cada voto de los electores, monto que se paga de acuerdo al tipo de caradurez de cada elector.
Los precios van desde los G. 400.000 y se llega a pagar inclusive hasta G. 1.000.000, por cada voto, dependiendo de la hora de negociación. Es por eso que casi siempre los locales de votación suelen llenarse de personas a pocos minutos del horario de cierre. Esto porque esperan hasta último momento para negociar su conciencia y así aumentar el precio.
A esta penosa realidad, se le suman los electores que son traídos desde la capital del país o de Concepción, que por lo general son jóvenes que están estudiando en esos lugares. También algunas familias oriundas de los distritos del Alto Paraguay, que aún siguen figurando en los padrones electorales de esta zona, suelen venir por la conveniencia de la venta de sus votos.
Para la llegada de estos electores, dependiendo de la comunidad donde están empadronados, se contratan numerosos colectivos, que representan millonarios costos, mientras que a cada elector se le debe dar como mínimo entre G. 300.000 y 400.000 para sus gastos, y por supuesto, dotar de viáticos como comestible y bebidas para el largo viaje.
Entre la gran cantidad de personas que venden sus votos, se encuentran los electores indígenas, que representan el 40% de la población del departamento.
Mirando esta realidad, a los políticos poco o nada les interesa cumplir con algún proyecto de desarrollo. Es por eso que las comunidades de la zona viven en abandono, desde hace décadas.
Para las internas de hoy, nada cambió de esta realidad por lo que, lastimosamente, el panorama del Alto Paraguay, en los próximos cinco años, es realmente sombrío, pues se seguirá imponiendo este tipo de corrupción entre el elector y el político que compra sus votos.