Aún así votan por ellos porque, sin hacer ninguna promesa, se limitan a comprarles la conciencia. Pero también nos enojamos con los políticos que dicen la verdad. En cualquier momento se nos va a preguntar qué exactamente queremos. Nos caemos sobre el que miente, porque miente; sobre el que dice la verdad porque dice la verdad.
Esta situación me hace acordar de la anécdota del padre, el hijo y el burro, contenida en las deliciosas historias de “El conde Lucanor”. Cuando la gente veía montar al niño, criticaba que el padre anduviese a pie; si el padre montaba, la crítica era contra él por hacer que el niño caminase; si iban juntos sobre el animal, les censuraban que no tuviesen lástima del pobre burro; si este iba sin su carga, les llamaban tontos por no valerse del animal, que para eso está.
El diputado cartista, Nazario Rojas, estará cansado de recibir tantas críticas por haberse animado a decir que los colorados roban dinero del Estado. ¿Es verdad? ¿Es mentira? Si hubiera dicho lo contrario (que los políticos colorados son honestos) igual no se hubiera salvado de una masiva indignación, la misma que ahora le persigue por haber dicho la verdad.
Una vez más se evidencia que no se puede dar gusto a todos. Pero aun así me permito sugerir al diputado que siga caminando por encima de las brasas -como en la noche de San Juan- y siga con lo que ha iniciado tan ruidosamente. Esta vez nos contó lo muy sabido por todos, desde hace tiempo; ahora falta que nos sorprenda con alguna novedad de las muchas que ha de conocer; de las cosas que ve y escucha en su entorno parlamentario y de un peldaño más arriba. Si lo hace, le dirán que es una traición; pero con la verdad no se traiciona. Además, le sirve para que su nombre apareciese en los medios y la opinión pública se entere de la existencia de un diputado llamado Nazario Rojas.
“La verdad te hará libre”, dice la Biblia. Y Voltaire contesta: sí, pero primero hay que ser libre. Y aquí está la cuestión. En general, los parlamentarios tienen un jefe, un patrón, al que le deben sumisión; sumisión y seguramente también unos pesos. Entonces no son libres para decir la verdad, salvo la verdad que saben o inventan de sus adversarios. Pero es una verdad muy limitada. Lo que vale es la que sale del círculo al que se pertenece; esa que se conoce muy bien y no podrá ser desmentida.
Señor diputado Nazario Rojas, anímese a más. Tiene usted un nombre asociado a quien dio la vida en la cruz por la verdad. A usted no se le pide tanto pero podría ser digno de ese nombre diciéndonos alguito más. Entre ustedes se cuentan y ven cosas que podrían interesar a la opinión pública. Y no tema usted que los denunciados vayan a ser molestados por la Fiscalía. El Ministerio Público no está para esas cosas, apenas sirve como un costoso juguete de los políticos.
Ya ve, diputado Rojas: denunció usted que se roba dinero del Estado y la señora Quiñónez, que oficia de Fiscal General, no se da ni se dará por enterada. Una institución que trabaja mínimamente en serio, ya le habría citado a usted para ratificarse en su acusación y dar detalles de lo que, al parecer, usted conoce mucho, no sé si como autor o testigo, o ambos a la vez, pero es una cuestión que, no por muy conocida, debe seguir sucediendo con tanta impunidad.
Ahora mismo asistimos al curioso caso de que el gobernador de Central pide al Estado un poco más de dos mil millones de guaraníes para abonar cuentas urgentes. El anterior gobernador, Hugo Javier, está acusado de hacer “desaparecer” más de diez y ocho mil millones de guaraníes. ¿Por qué no se le exige a él que pague las cuentas actuales de la Gobernación?
Tiene usted sobrada razón diputado Nazario Rojas. Pero no basta con tener razón.