Para que todo siga igual

En la semana pasada, una marcada por la división en torno al proyecto de Transformación Educativa, se habló de casi todo, menos de la educación. El consenso general parece ser, sin embargo, que la reforma que se inició a mediados de los años 90 fue un completo desastre que sigue causando mucho daño en la sociedad actual.

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Debatir sobre la educación tiene que implicar el involucramiento de todos los sectores de la sociedad, sin duda alguna. Pero llevar la conversación hacia el derrotero de la desinformación no es más que una estrategia del establishment para mantener el statu quo de un sistema que escupe, cada año, miles de estudiantes que en una gran mayoría no están preparados para aprovechar oportunidades o, como se suele decir, triunfar.

Los estándares educacionales del Paraguay son, en líneas generales, muy bajos; aunque es innegable que las oportunidades –muchas veces ofrecidas en alianzas entre el Estado, la comunidad internacional y universidades del exterior– elevaron el nivel de muchos estudiantes que explotan su potencial, pero fuera del país.

Sin embargo, una inmensa mayoría de alumnos de todos los niveles enfrenta otras realidades que van desde la malnutrición escolar, la falta de recursos, o de estructuras edilicias adecuadas. A esos problemas se suman los educadores que no están capacitados o que son muy mal pagados y están, en consecuencia, desmotivados. Esto redunda en un peligroso cóctel que genera una alta tasa de deserción que se concatena con la situación socioeconómica de las familias.

Dicho esto, hay demasiados grupos de interés a los que les conviene que todo siga igual y que nada cambie. Así, la estructura social será siempre la misma en un país en donde la brecha entre ricos y pobres es gigantesca.

A ellos les sirve los borregos, los pobremente educados y aquellos que construyen su crecimiento social a través de la sumisión y no de la educación; aunque en los últimos años también se conocieron ejemplos –especialmente en la política– de personas con un altísimo nivel académico que hicieron polvo de su integridad y se agachan ante el poder del dinero.

Dividir con desinformación es la estrategia más fácil para lograr nada en los últimos tiempos. Cada uno puede creer en lo que se le cante y en su teoría conspirativa preferida; pero no puede cerrar los ojos ante la realidad. No cambiar nada en la educación favorece a los más poderosos; esos a los que usted, con este sistema, tal vez nunca alcance.

jcalcena@abc.com.py

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