Ariadna y el laberinto de la ignorancia

Todo apunta a que el drama de la educación durará bastante y acentuará nuestro subdesarrollo ante un mundo cada vez más exigente. El entorno educacional se vació de razón y se inundó de insultos.

audima

Urge bajar decibeles y analizar cómo hacer para que nuestros estudiantes comprendan lo que leen, sean hábiles en matemáticas e interpreten la vida a través de la ciencia y la tecnología en un marco ético.

El mentado Plan de Transformación Educativa, que debiera encaminar soluciones, se transformó en un marasmo debido a las reacciones que suscitó.

Los promotores del Plan aducen que es el instrumento preciso para que por fin, tengamos una educación como la que necesita el Paraguay. Para sus detractores, tal Plan constituye una imposición colonialista venida de organismos internacionales con “fines ideológicos oscuros”.

Y ahora el foco del debate se ha trasladado del razonamiento exploratorio de los factores educativos esenciales, a la puja de barrabravas que intercambian adjetivos y se descalifican mutuamente de la manera más soez y cruel posible.

El futuro de la educación en nuestro país está metido en un laberinto algo más intrincado que el que ordenó construir el rey Minos en Creta. Y no tenemos a una diligente e inteligente Ariadna que nos proporcione la madeja cuyo hilo nos ayude a salir de la desorientación.

Quizá no hubo desde el comienzo la comunicación adecuada y proactiva que debió haber preparado a la ciudadanía respecto al proceso del proyecto, primero, y del Plan propiamente dicho, después. No se instaló una comunicación eficaz en cuanto a los temas sustanciales que basaran la transformación verdadera de nuestra educación.

Los agujeros que dejó la comunicación, mucha gente los llenó con creencias que responden más a prejuicios propios que a certezas probadas. Sobre todo en lo relativo a ciertos puntos sensibles para una sociedad conservadora como la nuestra. Y en vez de la respuesta serena, se disparó desde la otra vereda un lenguaje no menos belicoso que levantó una barrera en medio del debate.

Hoy tenemos dos bandos con posturas irreconciliables. ¿Es posible avanzar así hacia una reformulación de nuestro sistema educativo? La respuesta que asoma es un rotundo “no”. Hay confrontaciones ideológicas, partidarias, religiosas, intrapartidarias, emocionales y hasta puramente caprichosas. Se puede percibir también una puja sorda entre arrogancia, de una parte, y superstición, de otra.

Quizá habría que recomponer la estrategia comunicacional del Plan a través de todos los medios y plataformas posibles, con textos breves y claros. Los documentos puestos a disposición del público tienen en algunos puntos una extensión innecesaria. Además, se debiera evitar el lenguaje tan excesivamente técnico muy propio de burócratas.

Las estadísticas educacionales, consignadas en la versión preliminar para el debate público del Plan, de julio del 2022, son atroces. Si seguimos en este enfrentamiento paralizante y no buscamos el hilo de Ariadna que nos saque del laberinto, crecerá la legión de analfabetos que nos llevarán a ser, en el futuro cercano, el país de la ignorancia.

nerifarina@gmail.com

Lo
más leído
del día