Qué nos sucede cuando debemos tomar una decisión

No son pocas las oportunidades en las que debemos tomar una decisión y damos vueltas y vueltas, planteamos A, B, C y también encontramos ¡D, W y F!! y nuestra decisión se entorpece. Si se entorpece se demora. Entonces nos quejamos que todavía no nos hemos decidido y el tiempo pasa y pasa… y nos agredimos descalificándonos con una serie de adjetivos denigrantes.

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Y este es el momento para el caldo de cultivo de los opinólogos: una serie de personas que demuestran cierta experticia en el tema que nos compete o que nos recomiendan una eminencia y tratan de ayudarnos con argumentos aparentemente sólidos. Cuando no, aparecen los manipuladores de siempre que tratan de remar nuestra decisión sacando siempre alguna rentabilidad a favor. Todo este periplo se desarrolla entre quejas de nuestra dificultad de elegir, entre silogismos y deducciones lógicas, y por sobre todo nos quejamos de ¡nuestra falta de decisión para decidirnos! Mientras tanto, el tiempo corre y el cambio anhelado no se produce.

Es que se nos pasa la vida tomando decisiones, desde las más simples a las mas complejas. Decidir tomar café con mas o menos leche por la mañana, si el mail lo envío hoy o mañana o si no lo envío, si es momento o no de cambiar de auto, si mandamos a tal o cual colegio a nuestra hija. En fin, nuestra existencia está poblada de elecciones y las decisiones consecuentes, sin embargo, en las decisiones que implican responsabilidades de envergadura, no parece tan sencillo hacer A, B o C y poner en marcha el proyecto.

Las grandes decisiones son las que marcan líneas de vida, porque no solo hacen una modificación sobre la nuestra, sino que el desarrollo de un proyecto signa un camino para otras generaciones. El inicio de una empresa marca al emprendedor, pero también a toda la familia y a los sucesores, mas si la empresa prospera y el éxito impacta sobre las generaciones subsiguientes. La decisión de que tomaron nuestros abuelos, desde la 2º guerra mundial, la hambruna de la posguerra y la guerra civil española, para vivir en alguno de los países del continente americano, demarcó la vida de hijos y nietos y bisnietos.

Por otra parte, toda decisión implica una elección previa. Antes de decidir se presentan opciones que deben ser analizadas y la posibilidad de decidir por una de ellas implica elegir alguna como producto de esa reflexión previa. Por lo tanto, ya el hecho de elegir es una decisión. Pero a la hora de elegir y decidir estamos convencidos que actuamos con libertad, es decir, que somos personas libres para decidir. Si bien muchas veces conscientemente nos encontramos constreñidos por la situación y no somos tan libres como desearíamos en elegir, en realidad nunca somos libres.

Vivimos en sistemas y casi sin darnos cuenta estamos sometidos a las reglas y funciones que el contexto en el que vivimos nos impone. Tampoco cognitivamente, puesto que nuestra forma de pensar y de procesar información se encuentra a merced de nuestro modelo de conocimiento que se activa cuando vivenciamos una situación o discernimos que hacer, o cuando debemos trazar un plan, etc.

Ni siquiera biológicamente estamos libres, puesto que nuestro sistema orgánico tiene una forma de funcionamiento y está regido por valores de máxima y de mínima. Por último, también nuestro estilo y tenor emocional están totalmente sistematizados en nuestra vida y nos lleva a reaccionar casi estereotipadamente en las situaciones.

Cuatro sistemas: contexto, cognición, biología y emoción, en constante interjuego, se activan en cada acto humano y ni qué decir en las elecciones y decisiones. Con lo cual decir que somos libres cuando decidimos algo es una falacia.

Por último, un detalle neurobiológico: la amígdala cerebral y nuestro prefrontal intervienen en la toma de decisiones. La amígdala es un órgano del tamaño de una almendra (de ahí su nombre) que es el que detona la señal de alarma emocional, frente a las situaciones, principalmente en las situaciones de riesgo. Mientras que el lóbulo prefrontal, es el que se encarga de analizar, pensar, poner en juego valores, patrones de comportamiento, evaluar. En la toma de decisiones, siempre hay una cuota de riesgo en la elección, y el miedo subsecuente a perder, entonces es la amígdala la que nos alerta y es el prefrontal el que plantea las acciones y las analiza evaluando el pro y contra de cada una.

Tengamos claridad sobre cómo elegir y decidir

Ahora que sabemos que la libertad plena en el acto de tomar una decisión es imposible, tengamos en cuenta algunos tópicos que nos pueden ayudar a tomar una decisión mas activa y claramente:

  • Decide sin culpa: una decisión debe tomarse sin culpa puesto que la culpa es coercitiva y nociva. Saber que alguien puede salir perjudicado cuando elegimos es parte del juego de las elecciones y decisiones: Si nos regimos por la culpa, contaminamos nuestro análisis para logar decidir con claridad y eficacia.
  • No busques agradar con tu decisión: muchas personas que buscan afecto y reconocimiento en su entorno deciden privilegiando el deseo de los otros y no el propio. No se trata de que la elección sea un acto egoísta, pero es importante colocarse en primer lugar y luego evaluar el nivel de perjuicio que pueden tener los otro con mi elección. Tampoco se puede ir por la vida como un patito feo, buscando afecto en el afuera: la valoración personal se debe buscar dentro de uno y no depender de la valoración que hacen los otros por sobre nosotros.
  • No decidas en caliente: las decisiones hay que tomarlas lejos de impulsividad y la seducción que implica el momento. Algo puede presentarse como muy tentador, pero es necesario tomarse el tiempo y salir del momento caliente. La frase clave es Lo voy a pensar. Siempre una decisión debe ser tomada lejos de la efervescencia del momento.
  • Decisión y acción van de la mano: la decisión implica siempre una acción consecuente con el acto de elegir y decidirse. La tríada elección/decisión/acción hace una secuencia que marca la finalidad de decidir, que consiste en el llevar a cabo lo que se determinó. Si una decisión no se lleva a cabo no adquiere sentido.
  • Las decisiones rompen la queja: a la vez, las acciones desestructuran la queja puesto que la queja siempre lleva a la inacción. Mientras que una persona se queja, no acciona, porque el lugar de la acción lo ocupa la acción de quejarse y rumear mentalmente una y otra vez sin actuar.
  • Cuando eliges algo pierdes y algo ganas: debemos tener en cuenta que, en una elección para una decisión siempre hay algo que se pierde. Si elijo cualquiera de las opciones que se me presentan, descarto el resto, y esta pérdida hay que asumirla como tal. Para los abarcadores esto será un problema. Los abarcadores necesitan hacer todo y no perder nada, querrían clonarse y estar en dos lados al mismo tiempo, exprimen el tiempo al máximo, entonces perder algunas de las opciones les resulta muy difícil y por ende, decidir se dificulta.
  • No al mas de lo mismo: otro de los factores que tamizan en una decisión es la opción que se elige como solución para resolver un problema. Un factor que evidencia una mala elección y decisión, es una solución que se aplica y no soluciona, sino que perpetúa el problema. Sin embargo, una y otra vez se repite la misma fórmula con la secreta esperanza que el resultado sea diferente. Aquí si no se toma una nueva decisión con una opción diferente, podemos girar en círculo in eternum sin encontrar ningún cambio. En cualquier caso, cuando la elección-decisión fue fallida, es necesario analizar lo que he intentado y no fue efectivo, buscar consejeros realmente expertos y hacer una nueva elección, pero fundamentalmente Recordar para no repetir, como base de la experiencia.
  • No decidir apurado: tampoco elegir y decidir porque nos apremia el tiempo, debemos ser sumamente cuidadosos de no dejar para último momento la decisión, es decir, cuidado con procrastinar la elección y la puesta en marcha de su decisión consecuente.
  • Si la situación te apremia a decidir busca referentes afectivos: si bien es cierto que muchas situaciones nos sorprenden y nos obligan a tomar una determinación con urgencia, en esos momentos es importante buscar a alguien que sea nuestro referente afectivo que nos ayude. Todos tenemos nuestro tutor de resiliencia, aquellas figuras de apego seguro que están al lado nuestro y esas personas son a las que debemos recurrir cuando debemos tomar con premura una decisión. No importa que sea experto o no en el tema, pero si tiene la consonante afectiva que nos respalda y nos alienta, y nos ayuda a amortiguar el momento difícil, a veces traumático.
  • Evitar los Lic. en opinología: como señalé, siempre hay predispuestos a dar consejos, caminos a seguir, recomendadores de especialistas. No debes llenarte de opiniones diversas porque lo único que logras es confundirte. Sin darte cuenta multiplicas geométricamente las apreciaciones sobre cada una de las opciones y creas otras nuevas que confunden para decidir de manera clara.

En conclusión, una decisión siempre deberá tomarse lejos de tintes culposos que contaminan la elección, ni necesidades de valoración, ni con acciones en caliente. Decidir es un acto de compromiso para consigo mismo, pero para nuestro círculo cercano también. Ser consciente de que nuestras decisiones tienen alcance por sobre los otros y en otras generaciones, hacen de decidir un acto de crecimiento, pero a la vez de mucha responsabilidad.

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