El Plan Nacional de Transformación Educativa (PNTE) que nos presenta el Comité Estratégico nada dice de la antropología de su propuesta. No define el tipo de ser humano, varón y mujer, que con sus políticas, planes y programas llegarán a ser nuestros estudiantes. Esta grave omisión es uno de los fallos que lo invalidan.
Analizando el Primer Acuerdo, el Segundo Acuerdo y el último Plan presentado a finales de agosto, llegamos a conclusiones gravemente preocupantes, porque el perfil de egresados que se desprende de las estrategias y planes que presenta el PNTE tiene rasgos de deshumanización profunda. En primer lugar, porque el PNTE en realidad no es un plan de transformación de la “educación” propiamente dicha, sino de transformación de los “aprendizajes’, como hemos dicho en artículos ya publicados.
El llamado diagnóstico no es diagnóstico del estado de la educación, sino un superficial comentario al Informe PISA 2017 sobre el nivel de aprendizaje de los estudiantes de 15 años, en lectura, matemáticas y ciencias. Y al final, en el último Plan, todo se centra en los aprendizajes y no en la educación. Lo cual quiere decir que no se trata del desarrollo humano, objeto esencial de la educación, sino de la adquisición de conocimientos, el objeto del aprendizaje, que es insuficiente para lograr la adquisición de capacidades y desarrollar las dimensiones y potencialidades. La antropología queda truncada y no pueden sustituirla ni la epistemología (teoría del conocimiento) ni la didáctica juntas.
En segundo lugar, porque no hay ningún análisis del estado antropológico de los currículos vigentes, para mejorar sus deficiencias, sino que se imponen estrategias propias de la “ideología de género”, todas ellas impuestas desde el extranjero, que empiezan por ignorar y prescindir de la identidad sexual de la naturaleza biológica, para afirmar, contra la ciencia, que el sexo (que ellos llaman género) es producto de la cultura, que define al varón y la mujer por los roles que la sociedad y su cultura les adjudican a las criaturas desde que nacen; y en consecuencia pueden cambiarlo las veces que quieran de acuerdo a sus sentimientos y su voluntad. Y al promover la vigencia de todos los géneros imaginables (lesbianas, gays, bisexuales, transexuales, intersexuales…) y darles a todos la igualdad de derechos, como propone el objetivo 5 de la Agenda 2030 (asumida por los gobiernos de Cartes y Marito), se rompen principios fundamentales de la antropología integral y la moral, porque, sumando la promoción del aborto, destruye la familia, fundamento de la sociedad.
En tercer lugar, el “enfoque de derechos” le roba a los padres el derecho natural y constitucional de ser los garantes definitivos de los derechos de los hijos, para pasarle dicho derecho al Estado, con lo cual se viola la patria potestad. En virtud del enfoque de derechos se le conceden a los niños y adolescentes los mismos derechos de los adultos, es decir, derechos políticos, económicos, sociales, culturales y sexuales.
Lo que aparentemente parece una conquista a favor de los derechos de los niños, antropológicamente es una aberración, porque todos sabemos que adjudicar un derecho es obligar con una responsabilidad y es obvio, por sentido común, experiencia y ciencia psicológica, que los niños no tienen capacidad de asumir responsabilidades políticas, económicas, sociales, culturales y sexuales. Tantas aberraciones científicas y antropológicas invalidan radicalmente al PNTE.
RECHAZAMOS este PNTE con sólidos y suficientes argumentos y pedimos al Comité Estratégico y a las máximas autoridades educativas, que hagan elaborar cuanto antes otro Plan que respete nuestra soberanía, nuestras culturas, derechos, principios y valores, que se construya con fundamentos científicos y responda a una verdadera antropología integral con proyección al futuro que espera a nuestros niños, adolescentes y jóvenes.