Alegre trabajó duro luego de su derrota de 2018 en la conformación de la mesa de presidentes de partidos políticos que habían formado parte de la alianza contra el partido colorado. Con este instrumento, le dio continuidad a su liderazgo avalado por sus más de 1.100.000 votos y pese al perfil rígido consiguió que esa mesa se transforme en la Concertación para un Nuevo Paraguay.
Este espacio consolidó su amplitud después de duros debates sobre si la Concertación era un mero instrumento de Alegre para asegurar su candidatura para el 2023 o en realidad era una plataforma de unidad opositora a la ANR cartoabdista. Hasta el momento la pluralidad de la concertación incluye a actores con actuaciones dudosas contra el cartismo, como por ejemplo su exministra de vivienda, Soledad Núñez y el llanismo.
Dicha pluralidad obligó a determinados actores a hacer renunciamientos y aclaraciones para construir las chapas a la presidencia. Ese fue el caso de Alegre y Núñez. Por un lado, un enemigo acérrimo de Horacio Cartes y por el otro la exministra aparentemente redimida.
Es verdad que Alegre sigue siendo el actor con un discurso más directo dentro de la concertación. Todavía tiene intenciones de enfrentar a la mafia, pero a este relato se le sumó la necesidad de la alternancia. Resulta hasta lógico que se la invoque cuando en algún momento de la historia Alegre y Núñez estuvieron en bandos confrontados, sin embargo, la alternancia puede tener costos.
La alternancia es la aspiración menos ambiciosa que pueden tener los opositores. El simple hecho de alternar no garantiza que la gran mayoría de la población viva un poco mejor. Como propuesta de gobierno también genera cierta pereza política, que es muy característico de los sectores autodenominados “de centro”, que tienden a interpretar que los problemas del país pueden solucionarse sin confrontaciones.
Sería muy perjudicial para toda la oposición si es que en nombre de la alternancia, la dupla Alegre-Núñez, que será la vencedora en la concertación, se vacíe de contenido en lo que resta de la campaña y evite clarificar sus visiones sobre la economía, la justicia, los conflictos del campo y otros puntos claves para diferenciarse de la ANR.
Comúnmente ubicar a la alternancia como lo prioritario conlleva a minimizar la importancia de lo programático, situación que quedó en evidencia cuando algunos referentes políticos de la concertación criticaban a algunos partidos del Frente Guasú que decidieron salir del espacio porque interpretaron que el proyecto no prestaría suficiente interés a los problemas de la tierra, más precisamente a los desalojos irregulares que denuncian. Puede que en realidad hayan salido de la concertación porque son conscientes de que la alianza Alegre-Núñez los posiciona en un plano inferior, pero eso no significa que evitar los temas más controversiales para “garantizar la alternancia” no sea parte de una estrategia.
A diferencia de la alianza opositora de las últimas generales, en esta oportunidad Alegre todavía no añadió a su relato propuestas que puedan ayudar a descifrar cuál será el horizonte que tendrá su gobierno si es que sale victorioso en las generales. En 2018 había presentado ideas importantes sobre la política energética, por nombrar un aspecto que logró consensuar.
De alguna manera es razonable que la dupla actual no esté tan jugada en sus posicionamientos más ideológicos, porque eso tensionaría su relacionamiento con partidos como Patria Querida, que en varias oportunidades reaccionó contra gestos que van de contramano con sus posturas conservadoras. Aunque evitar tensiones es importante, es posible que solo puedan mantener esa comodidad hasta que culmine las internas.