Me refiero a la economía de la calle, a la de la gente “común” como diría el inefable exdiputado Portillo, y no a la economía de los números macro, con exportaciones de carnes tipo “premium”, toneladas de soja, maíz, arroz, al mercado mundial, donde sí estamos demasiado bien.
Paradójicamente, mientras este sector de la economía se mantiene estable y en crecimiento, esos bienes producto de esa “economía saludable” cada vez están más alejados de la olla diaria de las familias paraguayas.
Durante la pandemia del coronavirus y el cierre de fronteras se habló hasta el hartazgo de una “reconversión” laboral, particularmente en las ciudades de frontera. El Estado se endeudó para supuestamente impulsar programas para “sustituir” ese modelo informal sustentado en el contrabando.
Por supuesto que todo no pasó de un mero “bulebu” de circunstancias, y a la vista tenemos el resultado. Basta con recorrer las calles de Encarnación, o visitar el mercado municipal, donde se ofertan desde naranjas hasta huevos de gallina metidos de contrabando, para ver el resultado de la famosa “reconversión laboral”.
Esta no es una crítica a quienes se las arreglan mediante estas estrategias de supervivencia que ofrece el modelo de comercio informal. Por fortuna, para muchos habitantes de zonas de frontera disponen de este recurso. Hay lugares de nuestro país donde ni siquiera eso tienen.
El cuestionamiento es a quienes desde la función del Estado deberían ocuparse por generar las condiciones para que la gente pueda vivir mejor mediante su trabajo. También a los políticos que buscan ocupar los espacios de poder solamente para llenarse las faltriqueras.
Estamos próximos a unas elecciones generales, en las que muchos figurones averiados de nuestra política criolla se presentan como los que sacarán al país del atraso, la miseria, la inseguridad.
Y en ese contexto quiero tomar prestada una brillante expresión del presidente salvadoreño Nayib Bukele, en la que habla de “los viejos políticos” que no hacen otra cosa que engañar y robar al pueblo, y que nada cambiará si seguimos eligiendo a los mismos de siempre.
Basta observar en nuestro país la historia personal de muchos de nuestros “líderes” y su meteórico ascenso económico gracias a su “carrera” política.
En este contexto, necesitamos con urgencia en nuestro país líderes nuevos, honestos, patriotas y sobre todo valientes, para enfrentar esa “industria” de la corrupción generadora de pobreza, y el crimen organizado que tiene jaqueado a nuestro atribulado Paraguay.