Este año, como los anteriores, los libros estarán acompañados por atractivos actos con la intervención de escritores, periodistas, artistas, en el marco diseñado por la Universidad Autónoma de Encarnación, en cuya sede se instala la Feria.
Para llegar a este momento, el libro ha superado increíbles períodos: tablillas, rollos de papiro, pergaminos, hasta llegar al papel y luego saltar a la imprenta. Con la invención de Gutenberg (1397 – 1468) hubo un cambio revolucionario con el libro al alcance de quienes lo quisieran. Se imprimieron obras que serían inmortales por su alcance literario, religioso, filosófico, etc. que cambiaron la relación entre los seres humanos, camino hacia una vida mejor. También se imprimieron libros que nada útil aportaban.
Frente a los avances culturales hubo igualmente enormes retrocesos o impedimentos para seguir adelante. También nuestro país fue víctima de terribles obstáculos en su intento por salir de sus limitaciones que le venían de los tiempos coloniales. Ante la ya antigua necesidad de Asunción, Hernandarias peticionó al rey una universidad que permitiera a los jóvenes construir su futuro y el de la ciudad. La respuesta del rey fue cruel: autorizará la actividad universitaria pero con fondos de la Provincia. Y la Provincia no tenía un centavo, nada que se pareciese al oro, salvo el sol inclemente.
Con la independencia no fue mejor para la educación y la cultura. Los próceres comenzaron con buenos proyectos que pronto quedaron en la nada con la dictadura de Rodríguez de Francia. Fulgencio R. Moreno, en su libro “La Ciudad de Asunción” nos cuenta: “Y con la clausura del Colegio de San Carlos, restablecido por la junta, desapareció el único establecimiento de esa índole existente en el país. Las bibliotecas de los conventos y las escasas bibliotecas particulares, se convirtieron en fábricas de naipes, utilizándose para ese efecto las hojas de los libros, por falta de papel ´Asi se inutilizaron inmensas cantidades de libros, muchos de ellos quizás de mérito subido´. Y como no hay noticias, ni es creíble que en aquel período se introdujeran otros libros o papeles impresos que los que recibía el dictador, puede decirse que la distinción entre alfabetos y analfabetos tenía en aquel tiempo una importancia muy escasa...”
En un difundido grabado se tiene al Dictador sentado frente a su biblioteca rebosante de libros. Naturalmente, no terminaron convertidos en naipes.
La vida contradictoria de los libros ahora está enfrentada a otra revolución desmesurada después de la invención de la imprenta: El libro digital.
El escritor y periodista argentino, Martín Caparrós, escribió: “Un libro no es un racimo de papel; es un camino de palabras. El libro electrónico -tipo Kindle— fue una liberación: un libro borgianamente infinito, miles de hojas en una sola mano. Era más cómodo, no había que cargar volúmenes ni prender la luz ni pasar páginas y, sobre todo: liberó a los textos de su estrecha relación con la materia. Recordar el tacto, el olor, los colores de un libro de papel es muy folclórico, pero esos efectos materiales no son el texto: son agregados que la industria les superpone y que lo contaminan”.
Será muy folklórico ¡Pero que deleite nos invade sentir en las manos un libro, hojearlo, oler a papel y tinta! Sí, seguro de que sentiremos nostalgia por ese objeto rectangular que nos hace pensar, ilusionar, reflexionar, que descansa en nuestro regazo cuando dormimos o soñamos.
Antes de que los libros electrónicos nos dominen totalmente, aprovechemos estos momentos y visitemos las bibliotecas, librerías, feria de libros, siquiera sea para guardar el recuerdo de lo que ha sido nuestro goce insuperable.