Pero, lamentablemente, en vez de formar parte de asociaciones de hombres libres y de trabajar por el pueblo, integran asociaciones de forajidos. O, en vez de defender la libertad, la justicia y la democracia se prestan a grupos de poderes fácticos, quienes gobiernan detrás del poder.
Los partidos políticos tienen sus propias filosofías sin apartarse de los principios éticos, y los dirigentes tienen la obligación de conocer la doctrina partidaria.
Quizás haya diferencias en las ideologías entre el liberalismo del socialismo y sus diversas vertientes; conservadurismo o corrientes conservadoras. También existen ideas autoritarias y totalitarias como el fascismo y las dictaduras que en su mayoría son regímenes verticales, individualistas, manejados bajo la voluntad del dictador.
Los filósofos griegos Platón y Aristóteles consideran fundamentales las virtudes éticas en la vida de los políticos que son: la prudencia, fortaleza, templanza y la justicia. Con estas cuatros virtudes deben asumir el poder y gobernar la Ciudad-Estado, en edad antigua, y el país en la actualidad.
En el Paraguay, los políticos se reciclan y pasan de poder a otro. Por esa razón, se vislumbran pocos cambios a nivel nacional y departamental.
El otro serio problema que carcome la institucionalidad de la República es la corrupción, que atraviesa como eje transversal y corroe las instituciones y los estamentos sociales y políticas. Este es un cáncer casi imposible de extirpar por la impunidad y falta de voluntad de los gobernantes.
Los pilares de la democracia están endebles y las instituciones son presas fáciles de políticos oportunistas, prebendarios y clientelistas.
En esta larga transición no se pudo lograr la solidez de las instituciones democráticas por ambición desmedida de la clase política. En cada Gobierno, las nuevas autoridades han quedado presas y amordazadas por los poderes fácticos o poder real que gobierna el país.