Movidos por esta realidad, un grupo de más de 60 médicos de la promoción 83 de la Facultad de Medicina UNA, se han embarcado el viernes y el sábado últimos en una titánica cruzada mediante la cual han brindado atenciones médicas a los pobladores de Bahía Negra, además de charlas educativas, momentos culturales y recreativos; en suma, un soplo de aire fresco para esta olvidada localidad en la que conviven los “hispanos” y aborígenes yshyr quienes han sabido construir un sistema en el que también se integra la influencia fronteriza del Brasil.
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Y aunque dos días no son suficientes para saber acabadamente la realidad de este lejano paraje erigido a más de 850 kilómetros al noreste de Asunción, la capital, si se aprecia un pantallazo de las grandes carencias y necesidades que padecen la mayoría de sus pobladores.
Una de las calamidades más acuciantes tiene que ver con el servicio básico. En Bahía Negra no hay canilla de la que salga agua potable, la misma solo para el baño. Ni por accidente se puede beber si quiera un sorbo de esta agua, que literalmente, está contaminada con excremento.
Pese a estar a orillas de un de los principales cauces hídricos de nuestro país, la inutilidad de las autoridades le tiene sedienta a esta ciudad que depende del agua embotellada que pueda llegar a la zona.
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De hecho, uno de los hallazgos preliminares de la visita de los médicos ha sido la cantidad de problemas estomacales que se presentaron a la consulta, desde niños hasta los adultos. Parte de la misión humanitaria de la Fundación Médicos Promo 83 fue justamente hacer un estudio preliminar de la calidad del agua cuyo resultado arrojó que literalmente, los bahíanegrenses beben “agua de caca”, como bien lo definió el Dr. Isaías Fretes, cabeza visible de la fundación.
A esto se suma el deficiente servicio que presta la Administración Nacional de Electricidad (ANDE) por cuya consecuencia muchos pobladores han perdido sus escasos electrodomésticos sin posibilidad si quiera de soñar con que la empresa eléctrica se los reponga.
Los pobladores siguen los pasos correspondientes pero la ANDE no les da ni la hora. Los de Bahía Negra padecen la indolencia de sus autoridades, pues quien ose denunciar o “hablar con la prensa” sufre represalias. Una costumbre abusiva de nunca acabar.