La “anécdota” de “Pepe candelero” es una página poco conocida de nuestra historia. Por cierto, conocer nuestra historia, lejana y reciente, es una asignatura en la que nos aplazamos todos.
El caso es el de uno de los integrantes del gobierno títere impuesto por las fuerzas invasoras del Paraguay durante la Guerra del 70, José Díaz de Bedoya. En enero de 1870, estando el país en llamas y los restos del ejército de López replegándose hacia Cerro Corá, Bedoya fue comisionado a Buenos Aires para vender un lote de candelabros y otros adornos de oro y plata de las iglesias que todavía no fueron saqueadas por las tropas enemigas, y ese dinero usar para afrontar las necesidades emergentes de la situación.
Este personaje no tuvo mejor idea que vender los objetos, enviar su renuncia al gobierno, y quedarse a vivir allá. Otra versión, no documentada, dice que envió el dinero a Salvador Jovellanos, quien sería después presidente de esa “república”. Lo cierto es que esa plata desapareció.
Durante la interesante conferencia “Resurgirás Paraguay” del Dr. Fernando Griffith, viceministro de Culto, actividad organizada por la filial Itapúa de la Academia de Historia Militar del Paraguay que tuvo lugar el viernes, el expositor dejó latente una inquietante pregunta: por qué el Paraguay no pudo recomponerse después de esa guerra, mientras otros países, como Alemania, Japón, o el pueblo judío, que fueron devastados en conflictos armados, sí lo hicieron.
Una de las razones –expuso– es que en el Paraguay no quedó nadie con las capacidades para reiniciar un proceso de reconstrucción de ese modelo de país que había sido arrasado en la guerra.
A esto le agrego una apreciación por mi cuenta: tras la hecatombe del 70 hasta nuestros días están instalados en los sucesivos gobiernos –salvo rarísimas excepciones– los “Pepes candeleros”. Los piratas que pretenden el poder con el único afán de saqueo, y a quienes importa un pito la suerte del pueblo.
Ese es el gran desafío de los paraguayos para este 2023: identificar a esos “Pepes candeleros” que pululan en nuestra política y mandarlos a la cuneta de la historia.